jueves, 31 de julio de 2014

En el medio

Cuando uno se hace barco, y se paraliza de rabia y voces, trata de anclar sus piedras en casa, o en muelles de emociones pasadas. Ningún barco se vuelve humo de la nada. Y ninguna cabeza que explota tiende a la reproducción en masa.
A veces me ocupo, como cirujano o difunto, de ciertos lunares y de ciertas personas, escuchando multitudes de enfermedades mentales, y elucubraciones que versan sobre el amor, principalmente, el sexo, la tristeza y la locura.
Un abrazo de cuando en cuando es redimir de locuras veniales los tentáculos de nuestra frustración.
¿Y la mirada qué?
Es entonces, un disparo que no se siente. Claro, si tienes armas a la mano. Y entonces sucede que no quieres ensuciar a nadie, mucho menos hacer que mamá limpie y limpie las paredes de prisión y azul ternura. Desembocamos pues en el cuello infinito de la tristeza y la erosión. El amor nos curará, no señores, el amor no cura, el amor da vida, el amor engendra. Lo único que puede revertir este impacto al fin, son las tribus insanas de mentes anteriores. Un día lloverá polvo, ¿dónde estará la cultura para entonces?, la sociedad no se construye a besos.
Pero un beso puedo construir un mundo, Y yo he perdido tanto. Que perder la vida en un intento no me parece una idea anterior. Si tuviera vida para malgastarla, estoy seguro que volvería sobre mi sombra a extrangular por siempre a los fantasmas que me persiguen. Seamos ciertos: cada día nos acercamos menos. Y yo aquí esperando que me devuelvas el sentido, y por qué no, que me dejes ser gato a tu lado, prometo llevar mi alma al costurero y esto es el sexo al fin y al cabo, pero es sexo que construye identidad y muerte. A eso aspiramos a ser cloroformo en las venas del otro. Y aquí huele a miseria. Y eso te hace feliz. Toma de mí lo que puedas, toma mi respiración o toma mis muertes, porque al despertar abré cambiado de identidad, y podré al fin ser tu antidepresivo o tu factura por pagar.
Y tu luz que limpia mis heridas con silencios y estas ganas de destruirlo todo porque no sé verbalizar los apagones de tu realidad, ni tendencias suicidas, y eso que tú y yo entramos por la puerta falsa, pero yo salgo con un arma y esta pena que es envejecer sin ti, porque todo algún día se acaba, incluso la locura y las palabras.

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