domingo, 23 de marzo de 2014

Promesa fallida.

Una vez te prometí que para enamorarte intentaría de todo, incluso cortarme las manos para no escribir para nadie más y cortarme los pies para no irme de tu lado, pero tú tienes tu vida hecha, me dijiste que te habías casado y eso caló hondo en mi podredumbre, me hundió y me hunde en una maraña de nostalgias, y yo buceo con mis mentirosas ansias de persistir para ti, pero tú tienes hijos, y yo sigo soltero; una cama compartida muchas veces trae recuerdos y otras los sepultan con el cuerpo mío allí, dentro, sepultado, insurrecto, frágil y fatal, rodando hacia el final, donde tu sonrisa no es más ni mucho menos, apenas si soy un granuja que ando desesperado buscando tu rostro en otros rostros, tu inteligencia en otras inteligencias; pero aún no hallo mi verdadero yo.

sábado, 22 de marzo de 2014

Insurrecto

Valentina estuvo aquí. Y yo solo alcancé a ver su sombra. Y tampoco hay cielo azul, porque ya todo se hizo menos pintoresco. Y seguí avanzado, y tras los pasos de Valentina, se encendían luces. Y me dio miedo intuir o transformarme en aire o reciclaje de páginas verticales. Así que volví tras las líneas que fui dejando, para ver si encuentro un origen, o me encuentro otra vez dibujando con el dedo tu rostro lúcido en un vidrio que después se hizo puñal y sangre. Y luego, vuelto otra vez oruga sin sabor y sin registro, regreso al vientre de mi madre, al atardecer siquiera, cuando unos ojos viajeros me enseñaron a besar. Y una primavera dedicada, y los dedos cruzados para que otra vez se repita para siempre tu música en mi mente. Porque tus ojos siempre fueron ruidos en mi cabeza. Y me aturdieron tus intensas voces y tus largos pies vestidos de mañana y vuelo. Un día prometimos casarnos, pero tomamos la otra alternativa, de movernos junto al planeta, tú para la derecha, yo para la izquierda. Y aunque no querramos, algún día tendremos que coincidir, con una mirada ácida siquiera, porque el planeta es como una moneda y rueda rueda rueda. Y como un disparo, nos veremos, sin calle y sin futuro. Mientras, yo sigo buscando las sombras de personas que no conozco y tú construyes corazones alérgicos al amor.

jueves, 6 de marzo de 2014

Como tantas cosas, tampoco me explico la ineficacia de poder articular palabras, de escribirlas siquiera para invitarte a salir, no solo al parque o a tomar un café, sino a salir y explorar tu vida un poco copada de la mía. Así, tan iguales, pero en distintas excepciones, así me apresuro por dibujarte en mis huesos, para asirte y decirte que me eres necesaria como las alas que invento para volar. Me encanta verte, me encanta saber que estás del otro lado, leyendo lo que escribo, no necesariamente para un personaje estricto, con sus neurosis bien enfocadas, me encanta sobre todo saber que compartes el mundo conmigo. Aunque casi ni me conoces, ni yo conozco tus hábitos ni tus tristezas, al menos hemos compartido un segundo al día, recordándonos como dos sujetos desentendidos de cotidianas presiones. Y al menos así, pedirte que me regales un episodio de tu vida para abrir con mis llaves sendos parajes para inmortalizar tu nombre, como quise hacerlo desde el final. No soy no soy un tipo de esos que te pretenden, pero al menos viajar a tu lado, acomedido de tus sueños, me hace vibrar, como vibro cuando me miras o finges hacerlo, paranoias después. Y aunque la madrugada nunca me hace bien, prefiero tu pelo largo y tus ojos pardos, sujetando mi imagen de soñador despertando. Y yo te creo, desde tus labios sofisticados hasta tus sueños latentes. Porque no hay final, por lo menos no en esta historia de mirarte como siempre y sentir que estás en una lista, y yo por lo menos ni soy turista en tu vientre ni en tu cabeza. Así que me quedo con los sueños y los origenes, este pensamiento taciturno que se vincula con esta extraña enfermedad de permanecer a tu lado, aunque nos irritemos de tanto ya no más soportarnos.