Un abrazo tuyo, que me explique esta necesidad
de necesitarte, o que al menos disimule mi hambre de volver sobre tus
huesos, a prefigurar un sueño de manicomio y terrazas; que pueda al
menos recuperar algo de mi negación fortuita, mi identidad que llega hasta tus playas.
Necesito tu presencia, como si necesitara tu cuerpo para descansar.
Necesito tus brazos para que me saquen de esta prisión llena de ratas.
Yo repito tu novedad, y mi boca se hace centella de tus ojos.
Necesito tu magia, porque sabe liberarme. Y aunque sé que existe la
distancia, tu vapor de crepúsculo y baile, al menos se asemeja en estas
fechas a una risa que yo necesito para que algo me saque de aquí.
Me hago indigente en mi propio entierro.
Me lleno de papeles para recordar.
No hago más que huir, y es la mejor manera de adentrarme.
Lo que necesito yo, es que tú me saques de aquí, y me lleves contigo;
en tu bolsillo, no importa, o en tu oreja, como arete, o en tu dedo como
sortija, o en tu cabeza, como remanente.
Porque cada vez que quiero
gritar me llaman indecente. Y cuando guardo silencio me secuestran los
ensimismamientos. Y yo no sé salir de aquí, si tú no estás afuera con tu
silueta de cordura y compañía.
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