martes, 29 de abril de 2014

Ella

I

Perdóname, perdóname, Esther, por no aprender a vivir sin ti. También yo estuve olvidado en el fondo de tu memoria, buscando el nombre de tu dolor, pero no lo encontré en ninguna enciclopedia. No tengo más síntomas de carisma, y tu existencia se me torna tan peligrosa como tu ausencia. Te haces medianoche insalvable, media noche color de plañideras y entrañas rocosas. Todo lo que quise hacer es solo camino por recorrer. Intento no mirar atrás, porque me doy cuenta que sin ti me encuentro perdido. Estoy adherido al sabor de tu boca. Y aunque te debo tantos aniversarios, siempre te encuentro en mi llanto. Esta fama de canalla la tengo bien compartida. Es el precio de no encontrar tus huellas. Es que no sé exactamente a dónde vas. Y yo quiero ir tras tus pasos, pero siempre he sido torpe para recordar fechas importantes. Así que me conformo con parecer un imbécil, y escribir para ti, las disculpas del caso, haciéndome más inválido y menos sensible. No atiendo a las circunstancias, porque la noche no duerme, y no caben palabras en este olvido que se hace violeta. Yo te espero espero, por si se escapan de tu boca ciertos olvidos, y me pagas por fin el matrimonio que me debes. 

II

Qué debo, qué debo, Esther, qué debo hacer para otra vez recrear en tu rostro una pimimigenia sonrisa que alegre, sencillamente de acuerdo, mi alma fantasía. ¿Cúantas veces más debemos morir para poder hacernos menos gentiles, y cada vez más robots? Y yo desde lejitos, con mi cara de cuy, mis ansias todas tuyas, que no solo te pertenecen, sino que te justifican, y a tu pena también. Yo que fui el peor de los hombres posibles, y tú me sacaste de la cárcel de mis tristezas para llevarme a caminar por tu avenida todita llena de flores y música. Mi sintaxis todavía era lo que tu boca dice, un tapiz para la buena memoria. Cuando me golpeé la cabeza, me perdí en tu cerrazón. Tus piernas que son bien blancas blancas, han de extrañar el suave trinar de nuestra piel, al chocar como dos esperanzas copadas de turquesas. Ya no beso tu boca. Y un poco como que me cuentan que ya te has muerto. Le hablo a tu fantasma, entonces, que es el que cada noche viene a despertarme por si no hay más paradas de autobús en mi sueños. Ya me voy a la universidad. Pero Calamaro te nombra. Y yo no sé cantar. Solo sé tener cara de roedor, ser dientón y decirle al mundo que escribo, aunque en verdad soy pésimo escritor. Quizá lo único que hice bien fue amarte. Pero ya te fuiste... Entonces ya no sirvo para nada, Esther...

viernes, 18 de abril de 2014

Sí, sí, sí...

Ahora sé por qué no tengo amigos: no soportan ni mi carácter irracional, ni mis palabras ni mis sonrisas, y les altera que esté un paso delante, con ideas que no pretenden ser dogmas, pero al menos tratan de solucionar intuibles desajustes. Quisiera rayar su mediana estatura mental, pero sería al mismo tiempo limitar mis apetitos intelectuales. Nadie me dijo que esta vida sería bonita, lo admito. Y si me encontré con ellos, fue también para encontrarme conmigo y saber por fin, al fin, que no soy tan malo. Porque al menos tengo una sonrisa y estoy en la edad de equivocarme todo lo que pueda, porque tengo toda la voluntad del mundo y un poquito de paciencia. A paso lento, pero seguro. No soy un espejo, tan solo una casa para los pobres. La fama y el talento me fueron siempre esquivos, y cada brazada es un techo fingido. No hay manjares, solo este perro esperando, como quien espera el perdón de los pecados. Si alguna vez quiero morirme, sé que debo esperar a ser viejo. Y quizá para ese entonces ya pueda dejar de ocultarme tras un seudónimo. Y por fin agradecerles a cada uno de ustedes, un nuevo nacimiento. 

domingo, 13 de abril de 2014

Aquí

Aquí está el imbécil de todas las noches, siempre huyendo de tu mirada punitiva.
Aquí tus ojos que duraron lo que duran en el viento las fragancias.
Aquí yo, que soy un prefijo de cada una de tus palabras
aquí, que vives sin mí, sin mis artifcios ni mi lenguaje.
Aquí voy seguro y aquí construyo instantes de espejismo;
aquí, donde paso todas las pruebas pero termino siempre muerto.
Aquí donde ando necesitado de ti, para que me saques de este infierno.
Aquí, donde siempre soy un narciso malo,
aquí, donde se esfuma y se eleva tu noche infinita y ancha.
Aquí, tus pestañas, aquí, en mi almohada, dibujo tu ausencia.
Aquí, donde todos me llaman loco, suicida, infame.
Aquí, donde avanzo solo para mostrate que aquí olvido mis miedos,
que aquí, me dibujo presidente, rector, asociado;
aquí, donde empiezan mis nervios y desembocan tus besos;
aquí, en esta blancura hecha a la medida,
aquí, frente a tu recuerdo que me acercan ruidos,
aquí que me quedo titilante como una inválida estrella,
aquí, entre poemas y novelas inconclusas,
entre flores y escaleras que te empujan al infierno,
aquí, aquí estoy, aquí estoy ya sin ella.
aquí, donde te encuentro color de brillo desabrido,
aquí, entre árboles y videojuegos, y las risas ladinas,
aquí, donde construyo mi pena y mi lejanía,
aquí está el oceáno de deudas comparables a tu eléctrico fragor,
aquí está el imbécil que se quiso morir antes de haber nacido
aquí estoy otra vez huraño, otra vez sin ti.