miércoles, 30 de julio de 2014

Adilosono

No eres más que lóbrega música que resuena y resuena, como cualquier otro recuerdo, en el profundo dolor de arrastrar mis dedos huérfanos de tu piel. Mis dedos siempre en busca de tu piel y tus labios, para tocarlos y hacer de ti un minuto, una sonrisa, un cielo menos tejido. Y siempre andarán buscando esas líneas que te definen y esos puntos que te hacen gravitar y esa piel de rimas y orgullo marchito. Intentando no morir por vez número veinticuatro, evitando tu alma y tu primera vez, como ángel que le grita al infierno, yo aquí te espero, decidido a agonizar, por si me encuentras antes de insitir. Y las secuelas que debes limpiar antes de quitarle el luto a mis labios, y por supuesto, a mis dedos, que fueron los primeros en notar tu ausencia y los primeros en denunciarla.
Ya lo ves, nadie da ya un verso sin pedir algo a cambio, y yo solo te tengo a ti, para defenderme de tempestades y extraterrestres, tú entiendes, fue esa vez que caí de pie y morí otra vez, ronco y acompañado de mil hermosas imágenes, me golpeé la cabeza, y no tengo más remedio que necesitar de tus terapias bien temprano por la mañana, para fingir en un mismo día, otro día huérfano de ti.

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