miércoles, 30 de julio de 2014

Anoto tu nombre en las paredes. Y he estado recluido ya tres veces. Total a quién le importa una locura de más, que me arrastre o te busque en las estrellas. O me haga fantasma bajo tu mirada que todo lo comprende. He escrito algunas cosas en mi ausencia, pero siempre las hice tuyas, para que entre tú y yo, un nuestro corazón, que se fue marchitando como nada más, se haga letra pura, y luego reescriba tu nombre en paredes metales que se me hacen una vez más imposibles de derribar. Y te empujo, pero no caes. Y soy solo el lamento, el llanto que dejaste a la puerta de un hospital, con la esperanza de una pronta sanación, que, por supuesto, nunca llegará.

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