jueves, 29 de agosto de 2013

Pie de página a su amor

A Esther

Voy a decir de ella lo sugerente de sus ojos, el tiempo atrapado en su mirada, la tristeza que me fue robando y su cuna de muerte que ambos fuimos meciendo. Pero tal vez no me alcancen las palabras, porque a medida que escriba, cada línea arremeterá contra mí. Porque sin querer fuimos borrando nuestras almas. Y también, los significados de las palabras, hasta no quedarnos con más que murmullos y relojes. Dentro de unos días, tal vez hubiéramos cantado nuestro recuerdos, o echado al mar fracasos y garabatos.

Recorría mi cuerpo con su aliento e iba suturando mis heridas, colocando emplastos al final de la noche, coleccionando gotas de sangre seca. Y dormitaban mis dolores -los físicos y los de dentro del corazón- hasta que ella abría los ojos para no volver a verme más. No fue sencillo mantenerla conmigo, sobre todo después de haber alzado contra dios mi ira, entonces, hubieron tropiezos y muchas lluvias, y todo se fue haciendo tierra denostada. Aun con mi autismo, pude equilibrar con ella el presente y hacerlo más rotundo. 

La noche se acerca y ella es un vacío en mi corazón, un fantasma, un recuerdo que se difumina. Mis labios se resecan cuando intento nombrarla. Estoy incapacitado para olvidarla. Mis fuerzas son tan escuetas, que ya no puedo esperarla de pie. Esto es un nada más. Y su perfume avanza cálido cálido a mi alrededor. Y nada más. Y nada más. Ella es un apenas, un instante presente atrapada en mi locura y mi pena.

Ella se peina. Y yo la contemplo. Cómo olvidarla, si es una síntesis de mis pasiones, mis alegrías, mis tristezas y mis relojes. ¿Por qué asemejarse a una herida por ella? Quizá lo valga, quizá yo sea una pústula, un temblor de sus pestañas, la gota que ensucia su rostro o le silencio mortal que de vez en cuando sabe plagar de gozo mi medrosa persona.

Ella tiene doble personalidad, pero ambas conviven dentro del paraíso marrón de sus ojos. Y en cambio no supe comprender a las tres. Me faltan palabras para continuar. Ella es como una abreviatura de mi tristeza. O es todo lo que soñé, con su calma épica y su proximidad. Se va mostrando lejana, porque ahora ella es humo y se esparce por la humanidad. Es un contraste: mientras ella sonríe, yo lloro. Y en cambio, si ella calienta el sol, yo permanezco dilatadamente en un autismo. Ella pretende que la olvide mientras avanza y avanza, recogiendo sus huellas, su infértil demonio. Si pudiera nombrarla amor mío, y estas sílabas no se agotaran en su paciencia ni su evocación, tal vez con su destreza y su pasión, vuelva a mí, portadora de mi felicidad. Y reconstruya esto que sucedió y que sigue sucediendo en mi cabeza.

sábado, 24 de agosto de 2013

Estancia

No es lo mismo esta mesura en tu boca, para callar el réquiem de tus lágrimas, y soplar en tu pecho, tratar de hacerte legible. Y esta denostada fiebre que me incapacita. Porque ya nada es lo mismo, ya no puedo salir corriendo y darme de golpes contra la pared, ni tumbarme en el jardín a contemplar, aterido, el impacto del sol, como cuestiones de saber. Ya no puedo salir. Todo está tan callado. Yo guardo un secreto, y guardo un motivo. Y además, con tu deseable ojo que nada ve ya, voy crispando, muerdo el anzuelo. Pero ya no puedo intuir, porque mi mamá se enoja si yo intuyo, dice que atraigo a la muerte con mi sonrisa. Me llamo muy pocas cosas las cosas que te recuerdan el dolor. Me enamoré de ti, la noche antes del despido, y pues, entre nosotros, uniremos las estrellas para recapacitar, mi perro, ese andrajo de cola que labraba en alemán, de la mano, los dos, como dos honrados mendigos, titubeando sobre la forma cómo morir, recorrimos América Latina, con su terror y su premodernidad. Y nuestra mustia tristeza. Y esta fiebre. Ya no sé darme golpes de pecho con un azadón, ni cortarme la piel con tus palabras. Ahora, la última manera de auto-lesionarme es mirarte a los ojos y saber que ya no soy yo ese ser que tanto te hizo reír. 

sábado, 10 de agosto de 2013

La nostalgia acecha

La nostalgia acecha, y no sabe más que atraer tu quebrada sonrisa a mi memoria, con tu dispar rutina y la monotonía de tu cabello bien cuidado. Por tus laderas sin fin, he caminado alrededor todos los días de mi vida, con la sumisa esperanza de hallarte sólita, rendida y apasionada, y con el hervor de tus venas dolosas, por si acaparas otra vez este tu espacio vacío. Y es que todo sigue igual. Yo con esta culpa entre las manos, rezando por tu bien secreto, rompo los ecos de la torre del silencio. Y este tus ojos, por mi cuerpo sólido, como tres espejos que miran desde Sirio. Me han decapitado, pero solo consiguen que ya no llore. Por el contrario, te corté las alas y solo pude hacerte menos sorda. Una orgía de sangre, tus ojos rotos, mis pestañas mentirosas. Y este monumento a tus senos, que se fueron acomodando las exigencias tecnológicas del viento. Y este ajetreo, que nos arruina del pasado las perpetua mermelada. Te prohíben llorar por tu ex, porque te ataste a una muerma luz, tu bandera no flamea, tu futuro no tiene asidero, y contra todo ello, tu futuro se ve más fructífero y más delicado que el mío. Porque de aquí en adelante, cada vez que pase mi lengua por esos tus recodos invisibles, tu cuerpo níveo, recubierto de miel blanca, de fluídos de tu interior, de mi interior, de miseria y hambre, fierros, silencios, mártires, suicidios. 

Todos en algún momento necesitamos alguien que se refríe con nosotros. La nostalgia acecha. Y trae una motosierra para mutilarnos, hacernos pedacitos de mierda y esparcir nuestros tontos restos por el mundo, y de este modo, tú y yo, aunque ortodoxamente, estaremos en todas partes, con la silente mentira de que algún día, yo pienso casualidad, podamos encontrarnos con nuestra carga de intelectualidad posmoderna, altiva decencia y rencor, resentimiento y este cariño maldito, que una vez nos quemó y dejó ampollas en nuestros corazones.

Me hago tarde. Pero la nostalgia acecha. Y ya  dejó toda convención, viene arrepentida, y carga en sus lágrimas dulces, como epitafio, estas sensaciones primeras, que arrostran lisonjeros momentos: por ejemplo, tú y yo, de la mano, mientras tú pensabas en él, con su peinado amanerado y su punk underground, como quien imita a My Chemical Romance, con su carga emo, y su remedo de Green Day; yo entonces remediaba tu ausencia, cubriendo tus vacíos con turismos a la muerte. No es bueno hablar de broma, porque el inconsciente todo lo toma en serio. Fuimos perdiendo la sonrisa, fuimos perdiendo el color. Y morimos, pero esta vez para siempre. Te hicieron menos puta. Al menos a mí me hicieron menos de papel. Y cuando salimos del agua, las cosas que hicimos para vivir, no eran más que fantasmas en Comala. Los orígenes. Los tiempos. La nostalgia. Nos salimos de la ruta. Me hice tarde. Me hice noche. Me hice silencio. Me hice muerte. Y tú, te hiciste sola, te hiciste capitalista, te hiciste ausente. 

domingo, 4 de agosto de 2013

Ese hombre soy yo

Hay flores que me acercan en el tiempo el aroma de tu piel. Me arrastran, me erizan, me incitan. Y yo cierro los ojos, deambulo por los pasadizos, casi instintivamente, me voy colmando de sensaciones que tú me hacías sentir. Y hay vientos que saben susurrar tu nombre, y hay canciones que me atraen porque la melodía se parece a tu voz. Y hay momentos que se detuvieron en el tiempo, con su insano cristal, con su inundación de litros y litros de lágrimas. Hay trenes que me llevan hasta tu casa. Y hay puertas que abro, pero no entran a tu habitación. Hay tristezas que me recuerdan que tú también lloras, pero ya no lloras por mí. Y hay nostalgias que llevan tu nombre, tu inequívoco nombre. Y hay telúricas pasiones que se parecen a este tímido amor, que de todas maneras, aunque el tiempo no sea más que una de tus invenciones, me traen a la memoria tu belleza. Y hay alegrías que quisiera compartir contigo. Y hay soledades que me quedan muy grandes. Y este corazón que late y late, porque latiendo, tiene la esperanza de acercarse a ti. Hay mutilados por la pereza, y esos me persiguen, con su carga depresiva, con su histeria y sus miedos. Pero yo corro, corro ágil y raudo. Y ya no puedo esconderme bajo tu falda. Porque hay quienes dicen que lo nuestro, se quedó en el tiempo. Y hay momentos en que te lloro. Y hay ratos en que te odio. Y hay instantes en que te olvido y me enojo. Pero hay círculos llenos de vecindad, y allí floreces como una tentación sublime. Y hay muertos que no recuerdo. Y los mutilados y mis almas. Y tengo depresiones, y tú tienes ansiedades. Y yo tengo enfermedades, y tú tienes curas. Y mira mi cielo, hay colores que te convencen. Hay hombres que te aman y te desean.
Pero solo puede haber uno que no podrá olvidarte nunca. Ese hombre soy yo.