miércoles, 30 de julio de 2014

Para los demás


Todos nuestros muertos buscan lo mismo: alguien quien los cure. 
Y da igual si fuese un roble o la peor manzana, uno nunca se pregunta por las mentiras que nos hacen soñar; es simple:la realidad es siempre tan brusca. 
Y así avanzamos por este riachuelo de días alternados (y afiebrados, también), navegando en comparsa por tu memoria inundada de manos secas y cercanías.
Con una quetiapina ruidosa en el zapato, tu memoria me abre la intolerancia de misterio y equipos de consuelo para deprimidos. 
Mejor es que me traiciones con mil hombres o un sueño, a que me dejes morir un segundo más por tus labios tapizados de flores y vacío.
Yo no tengo nada que ofertar: solo estos ojos y estas obsesiones. 
Mis tiempos han pasado: solo soy un pedazo de lengua, que tiene tanto barro en la mente.
Eres desconsuelo de los melancólicos, infierno para los obsesos; pero así, así te quiero, con tu dosis de abandono y tu destierro de plagios y sensibilidad; ciegos tus ojos, no encuentras explicación para la emoción de sentir mi mano gravitando en tus venas, hurgando miel en tu angosto pecho, o purgando tu mapa de olvidos, estropeo mi cabeza tan llena de alienígenas y buenas intenciones.
Te niego en cambio que respiré de tu boca el día claro. Yo buscaba qué escribir y encontré el temblor de tu pulso, tu cuerpo agitado de furia y magia de luz y vacilaciones. Te miento que me encuentro bien. Y tu cabello es la droga que más me perdió en un misterio de kilates y medicinas de liberación. 
Tengo presente a todos nuestros muertos. No me encuentro bien ahora. Quizá mañana nos unamos a ellos. Y me aturda de autismo.
La metáfora de tu boca se corresponde grávidamente a este océano de besos; y yo me escondo tras mis palabras, mientras te hablo y nadie comprende la necesidad de protegerme de ustedes, los especialistas. 
Es cierto, me victimizo, por eso pierdo la fe. 
Y me cuido, pero me enojo. No hay salida tampoco para tus ojos enorme ni tus lágrimas provincianas. Quisiera morir una vez más enterradito y atrapado en tus brazos, enfrentarme como un cobarde a tu voz de futuro. Mi esperanza es un templo al que acostumbro ir para llorar por las almas que he enviado a la locura. No vaya ser que nos dé frío. Y este dolor de pecho, sea en realidad la muerte que se anuncia como una novedad en tu bien disgustado, porque por ti me convierto en cuerpo de otro, y en otro por descubrir o recordar desde lo que alguna vez fue un campo de batalla, donde nadie extraña a sus muertos, pero todos lloran.
Algún día volveré tras de ti a pedirte que unas con tu compañía mi cuerpo difuminado por el fuego de la experiencia. Y por fin sabré quién soy: mi búsqueda por fin habrá culminado.

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