sábado, 21 de abril de 2012

Enamorado

Amor



A Esther, porque me he enamorado  y te quiero 
y te quiero, no quiero otra cosa que estar a tu lado







Solo explícame qué tienes que me gusta tanto, 
muy aparte de esa simpatía que dilata mi felicidad,
y esos labios que me entusiasman cuando me besan.
De todas las cosas maravillosas que pudieron pasar,
el que tú estés pasando por mi vida es una delicia singular.

Los golpes que he recibido, los traumas que generosamente
se me obsequiaron en los campos de las flores,
me han enseñado que nada es para siempre.
Tú sonrisa tal vez en mi pensamiento sea eterna;
pero el que  nos hayamos juntado en esta etapa
de nuestras prístinas vidas, es solo un hecho fortuito.
Mas eso, no quiere decir que no te quiera. Te quiero.
Y bien lo sabes, porque sientes mi cariño
como algo que reconforta y despierta cada mañana.

Solo deseo estar a tu lado... Besar tus labios...

Eres esa fuerza que me lleva a la universidad cada mañana,
que me mantiene atento y prominente en la vida.
Y por las noches, eres el deseo eterno de dormir a tu lado,
de compensar mis lágrimas con cada uno de tus besos.

Porque me he enamorado y te quiero y te quiero...

Y sin un día rompemos nuestros lazos,
al menos podremos mirar el pasado y recordar
lo hermoso que fue estar juntos.
Porque tú me haces feliz, y yo te hago sonreír.
No sé si seremos el uno para el otro,
pero mis locuras terminaron en el mismo momento
en que tu boca y la mía se juntaron (para siempre).

Yo amaré a otra mujer, dentro de unos cinco años
y tal vez la ame como tú. Y ella te dirá: mamá.

Este es el presente y no tenemos otra frecuencia
más que tu vida en la mía, despavoridos y amorosos,
por el resto de los días que nos quedan en la dicha,
algún día miraremos al pasado y entenderemos
que la noche no puede ser más oscura que las que han pasado.
Que la luz llega con tu sonrisa, que cuando beso tu frente
empiezan los buenos días, que cuando beso tu boca
el tiempo se detiene y somos inmunes al rencor.



domingo, 15 de abril de 2012

Hombre que espera a una mujer que probablemente nunca vuelva

Algo que realmente se ha desarrollado en mí es la sensación 
de lo masivo en contraposición con lo personal; 
soy el mismo solitario que era, buscando mi camino sin ayuda personal, 
pero ahora poseo el sentido de mi deber histórico. 
No tengo hogar ni mujer ni hijos ni padres ni hermanos ni hermanas, 
mis amigos son mis amigos en tanto piensen políticamente como yo 
y sin embargo estoy contento, siento algo en la vida, 
no solo una poderosa fuerza interior, que siempre sentí, 
sino también el poder de inyectarla a los demás 
y el sentido absolutamente fatalista de mi misión que me despoja del miedo


La melancolía del político
(Giorgio de Chirico)
Por esas entrañables mañanas te mereces mi aprecio, mi continuo pensamiento, mis ideales rotos y que se recomponen en tu glorioso pecho. En esta tierra huérfana, en donde nos separamos como dos dadivosos mendigos, te infiltras para inmolarte en mi sangre, porque siempre serás, al menos en mi memoria, la idealista que conocí, y de la que me enamoré, por la que perecí en mis años de contubernio y depresión. En tus aladas pestañas encontré esa gloriosa marca de mi destino: pensarte irremediablemente extraña. Fantaseo con irme volando hasta los pies de tu cama. Y tan solo para admirarte. Porque el mar fragoroso de mi amor retumba en mis venas, cuando siento tu presencia en las avenidas que ahora me pertenecen. Y el mundo es mío. Pero tu mundo se ha roto. Y el universo que construimos ahora solo es una ínfima pústula que supura dolor y miseria para mis presentes.  Tus abrazos apartaban el miedo de mí. Me consumían en un fuego que me expandía y dilataba la alegría. Ven hasta mí. Yo no puedo ir hacia donde estás, ¿no ves que me cortado los pies tan solo para no moverme de este lugar, sí de este lugar, en donde prometí esperarte, por lo tanto de donde no moveré nunca... hasta que tú llegues? Las extremidades crecen... La distancia también. Somos cómplices en esta égida, y siempre estaremos huyendo de Egipto para conmemorar nuestros domingos de crucifixión. Y si ahora tu cuerpo entero, lo mismo que la esencia de tus mientes y tus principios y tus realidades, pertenecen a otra persona, alguien que se consume como pira a tu lado, atisbado y recóndito de amores, yo quiero que seas feliz, porque si tú eres feliz, mi universo es feliz, mis noches nunca llegarán sin estrellas. Yo quiero tocar tu corazón, porque desentiendo los improperios de tus acciones y la desastrosa mierda que me lanzas como palabras. Mis ojos no saben más que mirarte y llorarte. Y si tú, núbil dama, entiendes de estas sensaciones de muerte, quiero que entiendas lo fratricida que son mis congéneres conmigo. Me voy quedando sin amigos por solo hablar de ti. Me voy quedando sin vida por no quererme mover de aquí. Me voy quedando sin esperanzas porque llega la noche, suturan mis heridas y tú no apareces. En el olvido no hay nadie más linda que tú. Avanza esta pródiga noche, a la vez prolija y terebrante, y retroceden mis esperanzas de volver a verte. Desconfío sinceramente de estas muecas sonrientes que me regala la vida. Y eso no me quita las tentativas de que perdures en mis pensamientos, como lo que eres y seguirás siendo, una abstracción que deseo materializar. Yo todavía no me muevo, y eso que, a falta de pies, me han crecido alas. Todavía sigo sumergido en esta azul añoranza, en esta gris mediación del olvido y el desamor. Mis inquietudes son las mismas: perdurar para que perduren tus ojos en mis labios. Mis labios, en oclusión perfecta con las palabras, esperan animosos un beso. Pero la vida se nos agota, y empiezan a crecer otra vez las ansias de libertad. Yo quiero huir de aquí, pero no tengo los medios. Simplemente, y eso es cierto, me cortaré esta vez las alas, para no tener la tentativa hiriente de irme de aquí. Aquí te espero, tan solo como me dejaste, con el ceño fruncido y las lágrimas que todavía no terminan de caer. Quisiera llegar a tu corazón, como rayo de luz, para apaciguar tus dolores. Pero tal vez yo soy tú más grande dolor. En todo caso, mientras tardes en regresar trataré de ocupar mi tiempo con la benigna pasión de la escritura y las lecturas. Y por qué no, en edificar el cristal amarillo que guarezca para toda la vida -mi vida- tu sonrisa para mis mientes. 

domingo, 8 de abril de 2012

El Gran Otro

A Belem, cuando se pone
más Octavia que nunca


Esos días, cuando el futuro apenas apremiaba, se han ido, Belem. Y ya hemos crecido y tenemos tantas responsabilidades que no sabemos cómo sobrellevar esta vida que agobia. Y estos días, Belem, necesarios para todos, para nuestra generación que, supuestamente, tiene que ser la que patrocine con su cultura e intelectualidad el próximo bicentenario. Y qué lejos estamos de ser esos intelectuales. La vida no es tan simple. Somos apenas guijarros en esta playa absoluta...
Cuánto extraño las borracheras, las conversaciones, y esas ocasiones en que su honestidad rampante despojada  de velos inútiles, me decía con certeza brutal, cómo son las cosas en el caos. Es que somos muy idealistas, concluíamos. Y el mundo no está hecho para los idealistas. Somos subversivos. Nuestras ocasiones en el patio de Letras, nuestras coincidencias en el transporte público. Y los porros que me volvían paranoico. Sus ojos grandes, su honestidad, su crudeza. Y en el recuerdo es ud más Octavia, y se tiñe de más ideal que la misma Octavia. Los imaginarios, otra vez. Ya no hay principio sin final, al final siempre estaremos solos, cuando tengamos buena compañía, porque concluimos que somos idealistas y como idealistas que somos, siempre a nuestro pesar estaremos solos. Porque nos equivocamos de tiempo, Belem. No somos valorados como intelectuales, más bien aprecian nuestra capacidad técnica. Y eso es chantaje capitalista por supervivir. A la larga envejeceremos, pero nuestros corazones y nuestro ideales nunca morirán, y ud será más Octavia cada día. Y yo tal vez encuentre mi par literario. Y cuando estemos adultos y miremos el pasado, entenderemos por qué hacemos lo que hacemos, pensar de manera revolucionaria, sin entregarnos del todo a ese Gran Otro, que nos impone su ley. Espero no perderla de vista nuca, porque me regusta contemplarla como ideal literario. Tanto tiempo sin verla, tantas palabras obviadas, y, desde luego, tanto licor desperdiciado. Ya nos más borracheras, ni más de esos juegos tan bonitos. Ya no más chango vomitandome.  Solo nosotros frente a la vida con la equis distancia de lo que el Gran Otro espera de nosotros. Y es tiempo de servirles con algo productivo, el Gran Otro no necesita de pensadores, necesita de digitadores y técnicos. No queda más que integrarnos a esa sociedad, porque renunciar no es parte de nuestros ideales, Belem. Mejor sería fumarnos un porro, como en esos tiempos, Belem, cuando nada apremiaba y éramos simples.