sábado, 10 de agosto de 2013

La nostalgia acecha

La nostalgia acecha, y no sabe más que atraer tu quebrada sonrisa a mi memoria, con tu dispar rutina y la monotonía de tu cabello bien cuidado. Por tus laderas sin fin, he caminado alrededor todos los días de mi vida, con la sumisa esperanza de hallarte sólita, rendida y apasionada, y con el hervor de tus venas dolosas, por si acaparas otra vez este tu espacio vacío. Y es que todo sigue igual. Yo con esta culpa entre las manos, rezando por tu bien secreto, rompo los ecos de la torre del silencio. Y este tus ojos, por mi cuerpo sólido, como tres espejos que miran desde Sirio. Me han decapitado, pero solo consiguen que ya no llore. Por el contrario, te corté las alas y solo pude hacerte menos sorda. Una orgía de sangre, tus ojos rotos, mis pestañas mentirosas. Y este monumento a tus senos, que se fueron acomodando las exigencias tecnológicas del viento. Y este ajetreo, que nos arruina del pasado las perpetua mermelada. Te prohíben llorar por tu ex, porque te ataste a una muerma luz, tu bandera no flamea, tu futuro no tiene asidero, y contra todo ello, tu futuro se ve más fructífero y más delicado que el mío. Porque de aquí en adelante, cada vez que pase mi lengua por esos tus recodos invisibles, tu cuerpo níveo, recubierto de miel blanca, de fluídos de tu interior, de mi interior, de miseria y hambre, fierros, silencios, mártires, suicidios. 

Todos en algún momento necesitamos alguien que se refríe con nosotros. La nostalgia acecha. Y trae una motosierra para mutilarnos, hacernos pedacitos de mierda y esparcir nuestros tontos restos por el mundo, y de este modo, tú y yo, aunque ortodoxamente, estaremos en todas partes, con la silente mentira de que algún día, yo pienso casualidad, podamos encontrarnos con nuestra carga de intelectualidad posmoderna, altiva decencia y rencor, resentimiento y este cariño maldito, que una vez nos quemó y dejó ampollas en nuestros corazones.

Me hago tarde. Pero la nostalgia acecha. Y ya  dejó toda convención, viene arrepentida, y carga en sus lágrimas dulces, como epitafio, estas sensaciones primeras, que arrostran lisonjeros momentos: por ejemplo, tú y yo, de la mano, mientras tú pensabas en él, con su peinado amanerado y su punk underground, como quien imita a My Chemical Romance, con su carga emo, y su remedo de Green Day; yo entonces remediaba tu ausencia, cubriendo tus vacíos con turismos a la muerte. No es bueno hablar de broma, porque el inconsciente todo lo toma en serio. Fuimos perdiendo la sonrisa, fuimos perdiendo el color. Y morimos, pero esta vez para siempre. Te hicieron menos puta. Al menos a mí me hicieron menos de papel. Y cuando salimos del agua, las cosas que hicimos para vivir, no eran más que fantasmas en Comala. Los orígenes. Los tiempos. La nostalgia. Nos salimos de la ruta. Me hice tarde. Me hice noche. Me hice silencio. Me hice muerte. Y tú, te hiciste sola, te hiciste capitalista, te hiciste ausente. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario