lunes, 29 de octubre de 2012

Enamorado

Para Esther

La vida que me diste

Renací en tu carne cuatrocentista, como la de la Primavera de Botticelli. Te elegí entre todas porque te sentí la más diversa y la más distante. Estabas en mi destino. Eras el designio de Dios. Como un batel corsario, sin saberlo, buscaba para anclar la rada más serena. Yo era el principio de muerte; tú eras el principio de vida. Tuve el presentimiento de ti en la pintura ingenua del cuatrocientos. Empecé a amarte, antes de conocerte, en un cuadro antiguo. Tu salud y tu gracia antiguas esperaban mi tristeza de sudamericano pálido y cenceño. Tus rurales colores de doncella de Siena fueron mi primera fiesta. Y tu posesión tónica, bajo el cielo latino, enredó en mi alma una serpentina de alegría.
Por ti mi ensangrentado camino tiene tres auroras. Y ahora que estás un poco marchita, un poco pálida, sin tus antiguos colores de Madona toscana, siento que la vida que te falta es la vida que me diste

(JCM)

Lo que realmente importa

No importa si no has leído tanto como yo, la verdad, yo tampoco he leído tanto. O si no sabes algún cuento de Borges o de la existencia de Kavafis. No importa, en verdad.
No importa si la la Política te parece asquerosa, mediocre y denigrante, aunque no comparte tu punto de vista, no me importa eso, en verdad.
No importa que no te guste el tipo de música que yo escuche, que lo tuyo sea más pop, no importa, en serio.
No importa que no sepas de besar, uno no nace sabiendo, yo tampoco sé besar, en realidad, juntos podemos aprender, si es que nos lo proponemos.
No importa que no me digas cosas tiernas o te rías todo el tiempo.
No me importa si me miras y te quedas callada; o si no entiendes cuando te platico de algún tema en particular.
Lo que realmente importa es que esta magia que surge y nos envuelve jamás se rompa. O que nunca dejes de tener una sonrisa apremiante cuando yo quiera estar triste. Y que no me sueltes la mano cuando volamos a través de la gente. Eso importa, niña, eso importa en realidad. Lo demás sobra.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Un deseo ajeno

"Yo te amo tanto y quiero tu bienestar, corazón, pero me pone triste saber que esos episodios que vivimos se vuelvan a repetir; tengo miedo. No quiero que se repita, quizá es por eso que cuando describes en tu novela u otro esos momentos me altera porque es algo que no quiero recordar ni quiero vivirlo de nuevo. Saber ahora que todo esta como antes me llena de impotencia no poder hacer nada por ti.  Pon de tu parte mi amor, te lo suplico, si quieres una vida conmigo, la quiero tranquila sin voces, sin mareos ni pesadillas que atormenten tu vida y la mia.  Quiero que te comprometas a recuperarte, ese será el mejor regalo que me harás en toda tu vida. No quiero anillo, ni boda, ni autos, ni nada, si vas a seguir así. Te quiero sano y feliz, solo así podré disfrutar de esta vida con el ser que amo. No te voy a desamparar, me necesitas mucho y estaré a tu lado, no por compromiso, sino porque te amo y quiero tu bienestar.


Te amo mi vida, te amo. Siempre voy a  ayudarte, pero ayúdate tu también, si me amas, concédeme ese deseo." 



Así despliegan sus alas las palabras que ella buenamente me dijo. Porque en el fondo y en la superficie siempre fue igual: ella tuvo buenas intenciones conmigo. Solo que yo estaba demasiado ido de la realidad para comprender enteramente su buen amor. Y nada es para siempre. Y por eso mismo fue que ella decidió morirse de amor lejos de mí. Desde entonces hasta ahora ríos y ríos de lágrimas regaron la tierra, y ahogaron a los hijos que siempre quisimos tener. Decidí una mañana levantarme y parametrar estas locuras que tantos problemas me trajeron, así ordené por color y sabor mis intenciones, los impulsos, por ser andróginos primeros, le siguen las pasiones, lo irracional y luego, siempre al fin, la razón que ilumina. Y fui libre entonces, y le respondí a los medicamentos las mismas palabras que ella entonó: Te necesito. Por esos días cuando el narcisismo lo era todo, yo creía que en mis manos estaba la solución. Y volverme loco por ratos prolongado era lo más viable para escapar de la realidad que me duele. Yo tampoco deseaba anillos ni autos, nada más deseaba que su cuerpo claro. Y para ello decidí estar feliz. ¿Pero cuán feliz puede ser alguien que solo conoce la felicidad por mitos porque nació triste? Ella quería mi bienestar, Dios mío, porque tuve que alejarla, no quiso desampararme hasta que alguien se propuso tras este amor erigir una torva pared.  Y con el tiempo esa pared los aplastó a los dos, porque lo que mal empieza, suele acabar en llanto. Y yo comprendí que era tiempo de cumplir su deseo. Por eso fui a terapias. Y decidí cumplir con un año de retraso su deseo. Y ahora estoy medianamente curado. Porque decidí preservar una pizca de locura para que me ayude en las relaciones sociales. Y así que ahora, con esta sonrisa aprendida digo: si bien no soy feliz, puede sinceramente alegrarme que cumplí tu deseo.... No regreses, no te necesito aquí para sentirme mal.
 Pero a veces necesito un abrazo, un te quiero, una mano que toque mi rostro y recorra mi cuello. Un beso que enjugue mis labios. Un cuerpo que me dé calor. Y me siento tan solo...
Escucha, este latido disfórico. Soy libre al fin, pero esta libertad me queda ancha y no sé cómo reaccionar ante semejante ansiedad. Respondo, calladamente.
No te necesito acá para sonreír. Tengo personas que gustan y les gusta ver mis dientes.