Cuando uno se hace barco, y se paraliza de
rabia y voces, trata de anclar sus piedras en casa, o en muelles de
emociones pasadas. Ningún barco se vuelve humo de la nada. Y ninguna
cabeza que explota tiende a la reproducción en masa.
A veces me
ocupo, como cirujano o difunto, de ciertos lunares y de ciertas
personas, escuchando multitudes de enfermedades mentales, y
elucubraciones que versan sobre el amor, principalmente, el sexo, la
tristeza y la locura.
Un abrazo de cuando en cuando es redimir de locuras veniales los tentáculos de nuestra frustración.
¿Y la mirada qué?
Es entonces, un disparo que no se siente. Claro, si tienes armas a la
mano. Y entonces sucede que no quieres ensuciar a nadie, mucho menos
hacer que mamá limpie y limpie las paredes de prisión y azul ternura.
Desembocamos pues en el cuello infinito de la tristeza y la erosión. El
amor nos curará, no señores, el amor no cura, el amor da vida, el amor
engendra. Lo único que puede revertir este impacto al fin, son las
tribus insanas de mentes anteriores. Un día lloverá polvo, ¿dónde estará
la cultura para entonces?, la sociedad no se construye a besos.
Pero un beso puedo construir un mundo, Y yo he perdido tanto. Que perder
la vida en un intento no me parece una idea anterior. Si tuviera vida
para malgastarla, estoy seguro que volvería sobre mi sombra a
extrangular por siempre a los fantasmas que me persiguen. Seamos
ciertos: cada día nos acercamos menos. Y yo aquí esperando que me
devuelvas el sentido, y por qué no, que me dejes ser gato a tu lado,
prometo llevar mi alma al costurero y esto es el sexo al fin y al cabo,
pero es sexo que construye identidad y muerte. A eso aspiramos a ser
cloroformo en las venas del otro. Y aquí huele a miseria. Y eso te hace
feliz. Toma de mí lo que puedas, toma mi respiración o toma mis muertes,
porque al despertar abré cambiado de identidad, y podré al fin ser tu
antidepresivo o tu factura por pagar.
Y tu luz que limpia mis
heridas con silencios y estas ganas de destruirlo todo porque no sé
verbalizar los apagones de tu realidad, ni tendencias suicidas, y eso
que tú y yo entramos por la puerta falsa, pero yo salgo con un arma y
esta pena que es envejecer sin ti, porque todo algún día se acaba,
incluso la locura y las palabras.
jueves, 31 de julio de 2014
Nuestros muertos
Todos nuestros muertos buscan lo mismo: alguien quien los cure.
Y da igual si fuese un roble o la peor manzana, uno nunca se pregunta por las mentiras que nos hacen soñar; es simple:la realidad es siempre tan brusca.
Y así avanzamos por este riachuelo de días alternados (y afiebrados, también), navegando en comparsa por tu memoria inundada de manos secas y cercanías.
Con una quetiapina ruidosa en el zapato, tu memoria me abre la intolerancia de misterio y equipos de consuelo para deprimidos.
Mejor es que me traiciones con mil hombres o un sueño, a que me dejes morir un segundo más por tus labios tapizados de flores y vacío.
Yo no tengo nada que ofertar: solo estos ojos y estas obsesiones.
Mis tiempos han pasado: solo soy un pedazo de lengua, que tiene tanto barro en la mente.
Eres desconsuelo de los melancólicos, infierno para los obsesos; pero así, así te quiero, con tu dosis de abandono y tu destierro de plagios y sensibilidad; ciegos tus ojos, no encuentras explicación para la emoción de sentir mi mano gravitando en tus venas, hurgando miel en tu angosto pecho, o purgando tu mapa de olvidos, estropeo mi cabeza tan llena de alienígenas y buenas intenciones.
Te niego en cambio que respiré de tu boca el día claro. Yo buscaba qué escribir y encontré el temblor de tu pulso, tu cuerpo agitado de furia y magia de luz y vacilaciones. Te miento que me encuentro bien. Y tu cabello es la droga que más me perdió en un misterio de kilates y medicinas de liberación.
Tengo presente a todos nuestros muertos. No me encuentro bien ahora. Quizá mañana nos unamos a ellos. Y me aturda de autismo.
La metáfora de tu boca se corresponde grávidamente a este océano de besos; y yo me escondo tras mis palabras, mientras te hablo y nadie comprende la necesidad de protegerme de ustedes, los especialistas.
Es cierto, me victimizo, por eso pierdo la fe.
Y me cuido, pero me enojo. No hay salida tampoco para tus ojos enorme ni tus lágrimas provincianas. Quisiera morir una vez más enterradito y atrapado en tus brazos, enfrentarme como un cobarde a tu voz de futuro. Mi esperanza es un templo al que acostumbro ir para llorar por las almas que he enviado a la locura. No vaya ser que nos dé frío. Y este dolor de pecho, sea en realidad la muerte que se anuncia como una novedad en tu bien disgustado, porque por ti me convierto en cuerpo de otro, y en otro por descubrir o recordar desde lo que alguna vez fue un campo de batalla, donde nadie extraña a sus muertos, pero todos lloran.
Algún día volveré tras de ti a pedirte que unas con tu compañía mi cuerpo difuminado por el fuego de la experiencia. Y por fin sabré quién soy: mi búsqueda por fin habrá culminado.
Y da igual si fuese un roble o la peor manzana, uno nunca se pregunta por las mentiras que nos hacen soñar; es simple:la realidad es siempre tan brusca.
Y así avanzamos por este riachuelo de días alternados (y afiebrados, también), navegando en comparsa por tu memoria inundada de manos secas y cercanías.
Con una quetiapina ruidosa en el zapato, tu memoria me abre la intolerancia de misterio y equipos de consuelo para deprimidos.
Mejor es que me traiciones con mil hombres o un sueño, a que me dejes morir un segundo más por tus labios tapizados de flores y vacío.
Yo no tengo nada que ofertar: solo estos ojos y estas obsesiones.
Mis tiempos han pasado: solo soy un pedazo de lengua, que tiene tanto barro en la mente.
Eres desconsuelo de los melancólicos, infierno para los obsesos; pero así, así te quiero, con tu dosis de abandono y tu destierro de plagios y sensibilidad; ciegos tus ojos, no encuentras explicación para la emoción de sentir mi mano gravitando en tus venas, hurgando miel en tu angosto pecho, o purgando tu mapa de olvidos, estropeo mi cabeza tan llena de alienígenas y buenas intenciones.
Te niego en cambio que respiré de tu boca el día claro. Yo buscaba qué escribir y encontré el temblor de tu pulso, tu cuerpo agitado de furia y magia de luz y vacilaciones. Te miento que me encuentro bien. Y tu cabello es la droga que más me perdió en un misterio de kilates y medicinas de liberación.
Tengo presente a todos nuestros muertos. No me encuentro bien ahora. Quizá mañana nos unamos a ellos. Y me aturda de autismo.
La metáfora de tu boca se corresponde grávidamente a este océano de besos; y yo me escondo tras mis palabras, mientras te hablo y nadie comprende la necesidad de protegerme de ustedes, los especialistas.
Es cierto, me victimizo, por eso pierdo la fe.
Y me cuido, pero me enojo. No hay salida tampoco para tus ojos enorme ni tus lágrimas provincianas. Quisiera morir una vez más enterradito y atrapado en tus brazos, enfrentarme como un cobarde a tu voz de futuro. Mi esperanza es un templo al que acostumbro ir para llorar por las almas que he enviado a la locura. No vaya ser que nos dé frío. Y este dolor de pecho, sea en realidad la muerte que se anuncia como una novedad en tu bien disgustado, porque por ti me convierto en cuerpo de otro, y en otro por descubrir o recordar desde lo que alguna vez fue un campo de batalla, donde nadie extraña a sus muertos, pero todos lloran.
Algún día volveré tras de ti a pedirte que unas con tu compañía mi cuerpo difuminado por el fuego de la experiencia. Y por fin sabré quién soy: mi búsqueda por fin habrá culminado.
miércoles, 30 de julio de 2014
Anoto
tu nombre en las paredes. Y he estado recluido ya tres veces. Total a
quién le importa una locura de más, que me arrastre o te busque en las
estrellas. O me haga fantasma bajo tu mirada que todo lo comprende. He
escrito algunas cosas en mi ausencia, pero siempre las hice tuyas, para
que entre tú y yo, un nuestro corazón, que se fue marchitando como nada
más, se haga letra pura, y luego reescriba tu nombre en paredes metales
que se me hacen una vez más imposibles de derribar. Y te empujo, pero no
caes. Y soy solo el lamento, el llanto que dejaste a la puerta de un
hospital, con la esperanza de una pronta sanación, que, por supuesto,
nunca llegará.
Lo
Real y la realidad son tan distintas. Lo Real es todo lo que nos rodea,
lo Real es lo que sucede a nuestro alrededor cada vez que miramos un
nota musical bajar lenta las escaleras; lo Real es lo que nos hace
viejos a cada instante y pasa y pasa y no se puede hacer nada para
entretenerlos con nuestras infinitas miradas. La realidad en cambio es
verbalizar ese Real. La realidad es simbolizar por el
lenguaje ese Real que nos angustia tanto. Por eso, un buen poeta es
aquel que puede simbolizar por el lenguaje lo Real y a la vez decir algo
nuevo de ese Real, decir, por ejemplo, sus aromas, sus colores, su
escencia pintoresca y necrófaga. El poeta puede hacernos sentir ese Real
ya no como algo que nos trasciende, sino como un sustrato de unidad
esférica que se puede intelegir mediante símbolos que podemos, dentro de
nuestra humilde condición de seres mercantes, decodificar entendiendo
esa simbolización que el poeta en un lenguaje nuevo nos dice.
rojo
Solo
con tu cariño que se enrieda en mi huesos. Y con tus ojos que reflejan
todas las puertas del mundo. Así, de colgado y perchero, volando a tu
lado, a tu cabello le puse ansias. Y a tu cielo le puse color. Y a mis
ojos le puse libertad, y a tu vientre le puse vida. Pero todo se hizo
arena y necesidad. Y una lenta espera espera espera. Y muy pronto se
cansó de jugar. Me hice sentimiento, pero la
cama ya era ancha y eterna. Solo espero que recuperes todas las
características que te otrogué cuando aún construía un hogar para ti, en
mi vida. Y las iglesias que una vez barrimos de pecados y agonías, hoy
se hacen grandes sepulturas para tus huesos entrando corruptos al cuadro
mío.
Lumpen
Porque
tú eres como la alegría que le faltan a mis hojas. Eres cada punto,
cada coma que me olvido ponerle a mis días. Eres como un nuevo amanecer,
y un silencio vaciado de melancolías. Tú eres como lo que hay debajo de
mi sonrisa, la que arma todo mi teatro; eres la culpable de mis caros
estados de ánimo. Mi lento despertar, mi hotel para otoño, una página
del deseo interrumpido. Sin ti simplemente
yo no sería aunque sea línea de tu palma, o pesado ruido que te
atormenta. Mi boca es tu refugio; pero yo vivo mejor debajo de tu piel,
cobijado del frío y lentamente enfermo de sensibilidad. Y aumenta mi
capacidad de comerme tus penas, como un roedor enorme, que solo sabe
hacerte sonreír... Soy una emoción que recuperas cuando vuelves la vista
al vacío metafísico del cielo aplastante. Cuando no tengas más días
cargados de electricidad y porcelana, acude a mi encuentro, que siempre
guardo un beso para recibir tu cuerpo, en pleno apogeo, tú, dentro de mi
pecho, dentro de mi corazón. ¿Y por qué no? Dentro de mis mundos
ficcionales.
Adilosono
No
eres más que lóbrega música que resuena y resuena, como cualquier otro
recuerdo, en el profundo dolor de arrastrar mis dedos huérfanos de tu
piel. Mis dedos siempre en busca de tu piel y tus labios, para tocarlos y
hacer de ti un minuto, una sonrisa, un cielo menos tejido. Y siempre
andarán buscando esas líneas que te definen y esos puntos que te hacen
gravitar y esa piel de rimas y orgullo marchito.
Intentando no morir por vez número veinticuatro, evitando tu alma y tu
primera vez, como ángel que le grita al infierno, yo aquí te espero,
decidido a agonizar, por si me encuentras antes de insitir. Y las
secuelas que debes limpiar antes de quitarle el luto a mis labios, y por
supuesto, a mis dedos, que fueron los primeros en notar tu ausencia y
los primeros en denunciarla.
Ya lo ves, nadie da ya un verso sin pedir algo a cambio, y yo solo te tengo a ti, para defenderme de tempestades y extraterrestres, tú entiendes, fue esa vez que caí de pie y morí otra vez, ronco y acompañado de mil hermosas imágenes, me golpeé la cabeza, y no tengo más remedio que necesitar de tus terapias bien temprano por la mañana, para fingir en un mismo día, otro día huérfano de ti.
Ya lo ves, nadie da ya un verso sin pedir algo a cambio, y yo solo te tengo a ti, para defenderme de tempestades y extraterrestres, tú entiendes, fue esa vez que caí de pie y morí otra vez, ronco y acompañado de mil hermosas imágenes, me golpeé la cabeza, y no tengo más remedio que necesitar de tus terapias bien temprano por la mañana, para fingir en un mismo día, otro día huérfano de ti.
Itudem
Te
extraño tanto. Quizá ya lo sepas, pero mi nostalgia tiene el color de
tus ojos. Nunca te tomaste el tiempo para enseñarme cómo es estar sin
ti. Entonces uno no aprende eso en libros, lo aprende en el dolor. Tu
rostro es, digamos, ese tiempo que se recupera y se hace presencia en
mitad de la noche. Te extraño tanto, tanto. Me haces mucha falta.A mi
cabeza le falta ese tornillito que te llevaste. Y ya no quiero caerte
pesado, porque sucede que yo también he muerto. Pero yo sí encontré el
camino a casa; en cambio tú, tú encontraste otra casa.
Te extraño mucho....
Te extraño mucho....
Anónimo
Se me acaban de caer los dedos.
Y esta mañana, tu cuerpo, que de noche se incendiaba y horadaban mis guitarras, se apagó como se apagan tus ojos, marrones o negros, ya no los recuerdo.
Tal vez la teve, o esta mirada culpable de mi soledad presumida; o tus dedos que suben al cielo, y ahora son mis manos que se hacen ilusión, o recóndito tesoro.
Pero se me caen los huesos.
No lloro por no consumirme la vida, que es lo menos precioso que tengo.
Tengo en cambio fallidos recuerdos, y ausencias de típicas angustias que una vez requirieron de ti para hacerse blusa.
Tengo eso y esta pesadez.
Ah, y estos nervios que se me caen.
No soy no soy un cariño. No soy no soy un esclavo. No soy no soy mañana que te cubre de pulpas y corazones.
Pero quizá sí y soy todo eso, ahora que se me han caídos los músculos.
Y dentro de ti, como puente de textos vulnerados, mi fe que se marchita se hace risa o cigarro, mediodía o fiebre.
Vamos a caminar.
Ya no tengo ya no tengo tejidos, ni pestes, solo soy fuego que se eleva. Y que espera, serenamente, verter sangre en tu vientre, trozos de nada, para arropar al bebé que vive en tus lentos amaneceres, que son, de todas maneras, eso sí, la misma mañana que horadabas con tu ojos marrones o negros, ya no los recuerdo.
Y esta mañana, tu cuerpo, que de noche se incendiaba y horadaban mis guitarras, se apagó como se apagan tus ojos, marrones o negros, ya no los recuerdo.
Tal vez la teve, o esta mirada culpable de mi soledad presumida; o tus dedos que suben al cielo, y ahora son mis manos que se hacen ilusión, o recóndito tesoro.
Pero se me caen los huesos.
No lloro por no consumirme la vida, que es lo menos precioso que tengo.
Tengo en cambio fallidos recuerdos, y ausencias de típicas angustias que una vez requirieron de ti para hacerse blusa.
Tengo eso y esta pesadez.
Ah, y estos nervios que se me caen.
No soy no soy un cariño. No soy no soy un esclavo. No soy no soy mañana que te cubre de pulpas y corazones.
Pero quizá sí y soy todo eso, ahora que se me han caídos los músculos.
Y dentro de ti, como puente de textos vulnerados, mi fe que se marchita se hace risa o cigarro, mediodía o fiebre.
Vamos a caminar.
Ya no tengo ya no tengo tejidos, ni pestes, solo soy fuego que se eleva. Y que espera, serenamente, verter sangre en tu vientre, trozos de nada, para arropar al bebé que vive en tus lentos amaneceres, que son, de todas maneras, eso sí, la misma mañana que horadabas con tu ojos marrones o negros, ya no los recuerdo.
Pronóstico
Un
día por la tarde, cualquier día en realidad, tocaremos el mismo cielo a
la misma hora y pensarás, "dejarnos no fue mala idea"; en ese preciso
instante, cuando te recuperes de la reflexión, yo andaré todo insólito,
caminando por las veredas de tu sonrisa, rellenando tus vacíos con mis
dientes de conejo, a reparar todo esa escritura en reversa que tu mente
suele elucubrar para confiarle a las puercas
sensaciones,la salutación de tus sentidos, todos corruptos, todos
innecesarios, y yo, que soy nada más que tu complementeo débil, tu cruda
fiebre, por la tarde en cualquier escenario, tu boca que se rompe en
sonrisa, y mi nostalgia que te actualiaza, mis terrores, y ¡dios!, tu
ausencia, pérfida imagen, mis dedos,rotos rotos, la boca partida, la voz
quebrada. Pero aquí estoy con la misma sonrisa de conejo a la espera de
tus pies otra vez sobre mi mesa, camina y camina sobre mi plato de
comida, por si puedo recuperar de una vez mi vida, por si puedo
recuperar de una vez tu compañía, y ponerle fin a esta pena que me
destruye y no me deja estudiar.
RESPUESTAS URGENTES
¿Cuántas horas debe hervir la pasión para que se consuma sin peligro de contagio? Te fuiste y no me lo explicaste.
Tampoco mencionaste nada sobre pagar las deudas
¿Para qué lado debo dormir ahora que duermo solo?, ¿debo seguir en mi lado izquierdo para así dejarle espacio a que tu recuerdo se acueste conmigo, o debo tomar posesión de esa infinita cama, infinita sin ti?
¿A qué debor ir a dormir? ¿Cuántas horas son las prudentes para el sueño? ¿Cuántas para la tristeza? ¿Y la rabia, qué? Y tú espacio en mi pecho, ¿lo dejo así? ¿o lo relleno de primeras ediciones de tormentas y muertes?
¿Qué debo hacer cuando tu nombre llega a mi boca?
Si mejor guardo silencio y me desaparezco, ¿vendrás por mí?
Y si me quito la piel para morirme de frío, ¿volverás con tus abrazos?
O si intento una vez más suicidarme, ¿vendrás a impedirlo?
Y si ya no quiero comer, ¿podré al fin crecer?
Si mejor me aparezco, a tu lado, así, tan de sorpresa, ¿dejarás que te traiga conmigo a mi ciudad? Y si dejo el psiconaálisis y me intereso más por los Estudios Culturales, ¿podré entender en que fracasó nuestro hecho cultural?
¿Te veré cuando duerma u otra vez me desperaté de madrugada ansiando un minuto contigo? Y si encuentro a alguien que se interese por mí, ¿qué debo hacer? ¿Te sigo esperando, o me olivido de ti como ya lo hiciste tú?
O si decido volverme gato, ¿vendrás a prestarme tu arrullo? Cuando queme mi casa, ¿vendrás a quemarte conmigo? Cuando no tenga lágrimas, ¿llorarás por todo lo sucedido? ¿Y el tiempo? ¿La distancia? ¿El desamor?
Y cuando me llene de noches, ¿vendrás para cobijar tu luz entre mis cejas?
Y si ya no ha paraíso ni tensiónes, ¿podré caminar contigo?
Y si de verdad me muero, ¿vendrás a verme, aunque sea al velorio? Y no hace falta, me consumo de herejía, tu ausencia me hace viejo, mi llanto es repetitivo, y no soy más que una coraza que se rompe.
Y si me quedo solo, ¿vendrás a buscarme?
Y si vienen los extraterrestres a raptarme, ¿pagarás por mi rescate?
¿Qué pastilla debo tomar al mediodía? ¿La azulita o los antisicóticos?
Cómo se cura tu ausencia, ¿con otro amor o rayando las paredes con tu recuerdo?
Y el tiempo, ¿qué hago con el tiempo? La noche, ¿cómo la niego?
¿Qué debo hacer cuando me muera de pena cómo ahora y tú tan indiferente?
No me explicaste cómo es estar sin ti.
Y si quiero dormir para siempre, ¿vendrás a darme las buenas noches?
O si dejo de escribir, ¿extrañarás lo que inventaba para ti?
¿Debo volver adonde la doctora? ¿Y si estás pastillas no me curan?
Y si alguien me ama, ¿qué le debo decir? ¿qye te espero o que me espere?
Tú sabes que sé muy pocas palabras, y que este disfraz se está ensuciando, y que tal vez no haya otro día para conversar.
Tampoco mencionaste nada sobre pagar las deudas
¿Para qué lado debo dormir ahora que duermo solo?, ¿debo seguir en mi lado izquierdo para así dejarle espacio a que tu recuerdo se acueste conmigo, o debo tomar posesión de esa infinita cama, infinita sin ti?
¿A qué debor ir a dormir? ¿Cuántas horas son las prudentes para el sueño? ¿Cuántas para la tristeza? ¿Y la rabia, qué? Y tú espacio en mi pecho, ¿lo dejo así? ¿o lo relleno de primeras ediciones de tormentas y muertes?
¿Qué debo hacer cuando tu nombre llega a mi boca?
Si mejor guardo silencio y me desaparezco, ¿vendrás por mí?
Y si me quito la piel para morirme de frío, ¿volverás con tus abrazos?
O si intento una vez más suicidarme, ¿vendrás a impedirlo?
Y si ya no quiero comer, ¿podré al fin crecer?
Si mejor me aparezco, a tu lado, así, tan de sorpresa, ¿dejarás que te traiga conmigo a mi ciudad? Y si dejo el psiconaálisis y me intereso más por los Estudios Culturales, ¿podré entender en que fracasó nuestro hecho cultural?
¿Te veré cuando duerma u otra vez me desperaté de madrugada ansiando un minuto contigo? Y si encuentro a alguien que se interese por mí, ¿qué debo hacer? ¿Te sigo esperando, o me olivido de ti como ya lo hiciste tú?
O si decido volverme gato, ¿vendrás a prestarme tu arrullo? Cuando queme mi casa, ¿vendrás a quemarte conmigo? Cuando no tenga lágrimas, ¿llorarás por todo lo sucedido? ¿Y el tiempo? ¿La distancia? ¿El desamor?
Y cuando me llene de noches, ¿vendrás para cobijar tu luz entre mis cejas?
Y si ya no ha paraíso ni tensiónes, ¿podré caminar contigo?
Y si de verdad me muero, ¿vendrás a verme, aunque sea al velorio? Y no hace falta, me consumo de herejía, tu ausencia me hace viejo, mi llanto es repetitivo, y no soy más que una coraza que se rompe.
Y si me quedo solo, ¿vendrás a buscarme?
Y si vienen los extraterrestres a raptarme, ¿pagarás por mi rescate?
¿Qué pastilla debo tomar al mediodía? ¿La azulita o los antisicóticos?
Cómo se cura tu ausencia, ¿con otro amor o rayando las paredes con tu recuerdo?
Y el tiempo, ¿qué hago con el tiempo? La noche, ¿cómo la niego?
¿Qué debo hacer cuando me muera de pena cómo ahora y tú tan indiferente?
No me explicaste cómo es estar sin ti.
Y si quiero dormir para siempre, ¿vendrás a darme las buenas noches?
O si dejo de escribir, ¿extrañarás lo que inventaba para ti?
¿Debo volver adonde la doctora? ¿Y si estás pastillas no me curan?
Y si alguien me ama, ¿qué le debo decir? ¿qye te espero o que me espere?
Tú sabes que sé muy pocas palabras, y que este disfraz se está ensuciando, y que tal vez no haya otro día para conversar.
Revolucionaria
Tu sonrisa es un corte de cabello estilo punk; algo así como una invitación a tomar
tu mano y juntos hacer crecer raíces, bajo nuestras vestiduras, por si algún momento, la prudencia y el desacato, se apodera de esta ciencia del desamor.
Quizá tu sonrisa sea un paliativo para estas crisis nerviosas. Y uno que está prendido a un chocolate, y ella que desde detrás muerde la vida, para no escapar como peluza, y tu acertijo, esa tu boquita copada de sueños e interddicones. No, no gritas rebeldía, pero cuánto quisiera. Rendida quedaste. Y yo tan de otro mundo, casi rojo casi tinta delirante; tú, pequeña burguesa, en tus ojos helados yo me vi todo incomprendido. No soy poeta, pero no hace falta serlo para elucubrar inciertas sinrazones que más o menos te aludan. Y luego una revolución. Sí, aún tenemos ciertas dosis de utopía y todos contaminados de política, porque ser hijo de puta no cuenta, pero dicen que se ha puesto de moda; para eso quedan las marchas, el barullo; lo nuestro debiera ser más intenso y más surreal, también. Piensalo. Yo tan al margen, tú tan decepcionada. Y eso te desaprovechan, porque tu distancia otra vez está remarcada por el silencio y las dudas. Mis tormentos posibles. No hay amor, entonces. Lo que queda es un incendio y un escape incierto a la totalidad de tu ser, pleno y lejano, jamás mío.
tu mano y juntos hacer crecer raíces, bajo nuestras vestiduras, por si algún momento, la prudencia y el desacato, se apodera de esta ciencia del desamor.
Quizá tu sonrisa sea un paliativo para estas crisis nerviosas. Y uno que está prendido a un chocolate, y ella que desde detrás muerde la vida, para no escapar como peluza, y tu acertijo, esa tu boquita copada de sueños e interddicones. No, no gritas rebeldía, pero cuánto quisiera. Rendida quedaste. Y yo tan de otro mundo, casi rojo casi tinta delirante; tú, pequeña burguesa, en tus ojos helados yo me vi todo incomprendido. No soy poeta, pero no hace falta serlo para elucubrar inciertas sinrazones que más o menos te aludan. Y luego una revolución. Sí, aún tenemos ciertas dosis de utopía y todos contaminados de política, porque ser hijo de puta no cuenta, pero dicen que se ha puesto de moda; para eso quedan las marchas, el barullo; lo nuestro debiera ser más intenso y más surreal, también. Piensalo. Yo tan al margen, tú tan decepcionada. Y eso te desaprovechan, porque tu distancia otra vez está remarcada por el silencio y las dudas. Mis tormentos posibles. No hay amor, entonces. Lo que queda es un incendio y un escape incierto a la totalidad de tu ser, pleno y lejano, jamás mío.
Deltaideo
Tú, escribiendo con lágrimas tu nombre prófugo,
un instante antes de perecer resuelta,
y el viento que te recorre, que te envenena
mezcla las ideas que se resisten a ceder,
tu pensamiento infinito, que me encierra en un sueño.
Y yo no sé retenerte en el tiempo para evitar envejecer.
Tú, pintando de aurora esta cabeza que solo sabe aturdirse,
tú que me vuelves humano con una sonrisa;
tú, que haces que yo quiera ser escritor.
Tú, escribiendo con sangre tu promesa.
La prosa reducida a un hilo angustiado de voz ubérrima.
Mi boca que se aleja. Mis dientes de conejos que te dan la bienvenida. Un noche, tal vez. Tú que llenas de alma este pecho vacío.
Tú me haces sentir extraño, en un mundo lleno de extraños.
Tu vida que vale más que la mía.
Tú que me vuelves gente con una mirada. Las avenidas que nunca recorrerás.
El tiempo que se detiene. Tus ojos sin brisa,
tu amor que me alcanza, pero no me pertenece.
Tú que viajas. Tú que te achicas. Yo que me pierdo.
Tú que eres subversión que masculla mi paladar.
Tú, eres mi superyó punitivo. Yo que soy fantasía y peligro.
Tú que no eres mi mujer ideal, pero eres una buena razón para enojarme tanto con este pigricia que me toca ostentar.
Tú, que eres lluvia y candela; fecunda prosa,
tus ojos son el horizonte que se une, tus pupilas que hoy me miran, las distancia que saben engordar.
Tú, que eres la cura perfecta para esta enfermedad.
Tú, que me borras lo esquizoide,
tú. que aplacas mi disgresión. Tú no te mereces a alguien como yo.
Porque tú eres alguien mejor.
un instante antes de perecer resuelta,
y el viento que te recorre, que te envenena
mezcla las ideas que se resisten a ceder,
tu pensamiento infinito, que me encierra en un sueño.
Y yo no sé retenerte en el tiempo para evitar envejecer.
Tú, pintando de aurora esta cabeza que solo sabe aturdirse,
tú que me vuelves humano con una sonrisa;
tú, que haces que yo quiera ser escritor.
Tú, escribiendo con sangre tu promesa.
La prosa reducida a un hilo angustiado de voz ubérrima.
Mi boca que se aleja. Mis dientes de conejos que te dan la bienvenida. Un noche, tal vez. Tú que llenas de alma este pecho vacío.
Tú me haces sentir extraño, en un mundo lleno de extraños.
Tu vida que vale más que la mía.
Tú que me vuelves gente con una mirada. Las avenidas que nunca recorrerás.
El tiempo que se detiene. Tus ojos sin brisa,
tu amor que me alcanza, pero no me pertenece.
Tú que viajas. Tú que te achicas. Yo que me pierdo.
Tú que eres subversión que masculla mi paladar.
Tú, eres mi superyó punitivo. Yo que soy fantasía y peligro.
Tú que no eres mi mujer ideal, pero eres una buena razón para enojarme tanto con este pigricia que me toca ostentar.
Tú, que eres lluvia y candela; fecunda prosa,
tus ojos son el horizonte que se une, tus pupilas que hoy me miran, las distancia que saben engordar.
Tú, que eres la cura perfecta para esta enfermedad.
Tú, que me borras lo esquizoide,
tú. que aplacas mi disgresión. Tú no te mereces a alguien como yo.
Porque tú eres alguien mejor.
tengo
tu textura uncida en mis muslos, como ténebres versos. Tu vida es más
importante que la mía. Soy un boquerón, bazofia que se resiste al
reciclaje. Yo quiero recoger tus pestañas. Y a través de tus fragmentos
elaborar un mapa de tu conciencia, para andar por esas aventuras, de tu
cintura arrebatada, la ingle que increpa mediana soledad. Y yo soy un
total fracaso. Pero no quiero fracasar como sueño.Y
yo yengo ganas de morir. Pero tú tienes la llave de la toritura. Otro
jodido cristo con su mirada punitva. Felizmente estoy a salvo de
radioactividad seminal. Soy un fracaso, pero tú eres una maravilla; por
tu sonrisa yo encontré al luz. No sé cómo llamarte. Pero sin maquillaje
te ves mucho mejor. Y quisiera verte bailar, así, tan fulgurante con tu
escape difuso, mis ojos rellenos de tu memoria, de tu imagen. Vivimos en
la misa tempestad. pero yo quisiera protegerte, como se protegen las
cosas máximas de la cultura. Cuando te conocía, empezó mi vida, corta y
patética, tu como hemisferio lejano, pero cerca de ti, para tentar tu
cabello con miel y poesía imposible.
Quiero
Quiero socorrer esa voz que se anuda como corbata,
ese frío cíclico que se ilumina como rayo de nostalgia;
Quiero volver a ser piedra, a dar gracias por la electricidad,
quiero recorrer tus venas en silencio.
Aprender en un instante todo lo que olvidé
por darte en la vida
un día para que puedas recordar
esta,mi sonrisa.tonta y esta, mi desdicha.
Quiero hacer de tu piel un crucigrama.
Explotar en tu boca la emoción de un beso,
curarme con esta risperidona que me llena de flores y letargo.
Quiero ocultar mi alma, quitarme la libertad
encerrarte en mi cabeza
para que no te olvides de alimentarme.
Quiero morir en tu lengua,
felizmente, y lleno de tiempo perdido,
porque las pastillas no me van curar
por más que me las prescribas.
ese frío cíclico que se ilumina como rayo de nostalgia;
Quiero volver a ser piedra, a dar gracias por la electricidad,
quiero recorrer tus venas en silencio.
Aprender en un instante todo lo que olvidé
por darte en la vida
un día para que puedas recordar
esta,mi sonrisa.tonta y esta, mi desdicha.
Quiero hacer de tu piel un crucigrama.
Explotar en tu boca la emoción de un beso,
curarme con esta risperidona que me llena de flores y letargo.
Quiero ocultar mi alma, quitarme la libertad
encerrarte en mi cabeza
para que no te olvides de alimentarme.
Quiero morir en tu lengua,
felizmente, y lleno de tiempo perdido,
porque las pastillas no me van curar
por más que me las prescribas.
Astrolocos
Una
vez Albertino, ese imbécil, quiso ser héroe y empezó a cazar
astronautas, que estaban muy de moda por entonces. Todo el mundo se iba
de la Tierra y él se iba tras ellos, les amarraba una soguilla a los
pies para mantenerlos en firmes. Pero era inevitable. La misma Tierra
repelia a sus habitantes. Así que Albertino los ató a todos a los
árboles, a las montañas, a las universidades, a las ramas endebles
de la poesía. Incluso a su propia casa. Y se quedó sin soguillas, un
día sábado. Ni siquiera había una para atarse del cuelllo él. Y se fue
elevando y elevando, y así llegó a ser astronauta. Y mi novia sin
saberlo, me dejó por otro. Desde arriba, se cosechan mejores desgracias,
es cierto. Pero uno extraña a la gente que lo quiere, de abajo. Y todos
estaban atados a algo, y nadie podía ir a rescatar al pobre imbécil de
Albertino. El corazón se hizo perverso y la Tierra se lleno de
malformaciones. Albertino entendió que era buen peruano. De pronto se
dio cuenta que no quedaba nadie, mucho menos en él. Por lo tanto no
había a quién traicionar. Albertino empezó así a jugar con la realidad, y
se hizo suicida. Y de pronto, cuando descendía, empezó el bombardeo a
Gaza. Pero él no dijo nada. Porque con palabras ya no se cambia el
mundo. Albertino quiso contruir un gran explosivo para erradicar la
humanidad. Pero se volvió baboso y sintió un orgullo inolvidable. Se
hizo asteroide y ahora viaja con concurrencia y formó una familia de
desperdecios. Ayer, por ejemplo, hizo las cosas mal. Y cayeron bombas
sobre Gaza. Él se siente culpable de todo. Incluso de que le roben los
adjetivos. Pero como es un imbécil, jamás dirá nada. Sabe que alguien en
la Tierra mira al cielo e intuye que por ahí debe andar flotando con su
inmensa sonrisa idiota. Y que tal vez un día baje para detener los
bombardeos. Mientras tanto, intenta, lentamente, no morir de pena. Pero
con palabras no se cambia el mundo. Con hechos sí. Y Albertino y tantos
otros jamás han hecho nada, excepto, como ya lo dije, cazar astronautas
para tomar su lugar.
Y
eso que es temporada de lluvias y solo tiene algas en el corazón. Y
muchos bailes por llorar. De cualquier modo, ni la más lumbre prosa
podrá conquistarla. Porque ella es, cómo decirlo, ella no es de este
mundo, sino de más allacito, por donde uno se va perder o a fumar
marihuana lejos de todos. Y yo nunca he ido. Pero invitaciones me
faltan. Y una prosa extenuada. Y ella allá. Con él. Y yo aquí, haciendo
poros y haciéndome más feo.
Me ardes entre los argumentos de la memoria, como fractura en el paladar,
con tu fuego de distancia y noche.
Tanto le temo a tus ojos, que me encierro en este silencio
del agujero que dejaste al irte,
cuando te llevaste mis ojos de cielo.
¿Qué queda para un idealista?
Yo nunca podré tener alas,
Por un minuto siquiera, entre todas estas ideas obreras,
entre mi desquiciado aserrín, y mis armas todas oxidadas,
me dibujo sin sombra, con tus ojos calientes, y tu fiebre que ya no me atiende
ni me piensa.
Me dejaste sin manos... Y vacío.
Me quitaste los ojos y me hiciste de mente occidental,
constructo fanfarria de tu edad, sin vocación de vida, desilusionado y muerto por fin. Loco de atar, sin ruta fija. Un esqueleto hambriendo y veloz, que se muere de soledad, y está preso de los agujeros en tu piel mustia, de tu infancia retira. Un depresivo perro, que se ausenta cuando más lo has cuidad
con tu fuego de distancia y noche.
Tanto le temo a tus ojos, que me encierro en este silencio
del agujero que dejaste al irte,
cuando te llevaste mis ojos de cielo.
¿Qué queda para un idealista?
Yo nunca podré tener alas,
Por un minuto siquiera, entre todas estas ideas obreras,
entre mi desquiciado aserrín, y mis armas todas oxidadas,
me dibujo sin sombra, con tus ojos calientes, y tu fiebre que ya no me atiende
ni me piensa.
Me dejaste sin manos... Y vacío.
Me quitaste los ojos y me hiciste de mente occidental,
constructo fanfarria de tu edad, sin vocación de vida, desilusionado y muerto por fin. Loco de atar, sin ruta fija. Un esqueleto hambriendo y veloz, que se muere de soledad, y está preso de los agujeros en tu piel mustia, de tu infancia retira. Un depresivo perro, que se ausenta cuando más lo has cuidad
Para los demás
Todos nuestros muertos buscan lo mismo: alguien quien los cure.
Y da igual si fuese un roble o la peor manzana, uno nunca se pregunta
por las mentiras que nos hacen soñar; es simple:la realidad es siempre
tan brusca.
Y así avanzamos por este
riachuelo de días alternados (y afiebrados, también), navegando en
comparsa por tu memoria inundada de manos secas y cercanías.
Con una quetiapina ruidosa en el zapato, tu memoria me abre la intolerancia de misterio y equipos de consuelo para deprimidos.
Mejor es que me traiciones con mil hombres o un sueño, a que me dejes
morir un segundo más por tus labios tapizados de flores y vacío.
Yo no tengo nada que ofertar: solo estos ojos y estas obsesiones.
Mis tiempos han pasado: solo soy un pedazo de lengua, que tiene tanto barro en la mente.
Eres desconsuelo de los melancólicos, infierno para los obsesos; pero
así, así te quiero, con tu dosis de abandono y tu destierro de plagios y
sensibilidad; ciegos tus ojos, no encuentras explicación para la
emoción de sentir mi mano gravitando en tus venas, hurgando miel en tu
angosto pecho, o purgando tu mapa de olvidos, estropeo mi cabeza tan
llena de alienígenas y buenas intenciones.
Te niego en cambio que
respiré de tu boca el día claro. Yo buscaba qué escribir y encontré el
temblor de tu pulso, tu cuerpo agitado de furia y magia de luz y
vacilaciones. Te miento que me encuentro bien. Y tu cabello es la droga
que más me perdió en un misterio de kilates y medicinas de liberación.
Tengo presente a todos nuestros muertos. No me encuentro bien ahora. Quizá mañana nos unamos a ellos. Y me aturda de autismo.
La metáfora de tu boca se corresponde grávidamente a este océano de
besos; y yo me escondo tras mis palabras, mientras te hablo y nadie
comprende la necesidad de protegerme de ustedes, los especialistas.
Es cierto, me victimizo, por eso pierdo la fe.
Y me cuido, pero me enojo. No hay salida tampoco para tus ojos enorme
ni tus lágrimas provincianas. Quisiera morir una vez más enterradito y
atrapado en tus brazos, enfrentarme como un cobarde a tu voz de futuro.
Mi esperanza es un templo al que acostumbro ir para llorar por las almas
que he enviado a la locura. No vaya ser que nos dé frío. Y este dolor
de pecho, sea en realidad la muerte que se anuncia como una novedad en
tu bien disgustado, porque por ti me convierto en cuerpo de otro, y en
otro por descubrir o recordar desde lo que alguna vez fue un campo de
batalla, donde nadie extraña a sus muertos, pero todos lloran.
Algún
día volveré tras de ti a pedirte que unas con tu compañía mi cuerpo
difuminado por el fuego de la experiencia. Y por fin sabré quién soy: mi
búsqueda por fin habrá culminado.
domingo, 27 de julio de 2014
Placebo
Me vuelvo repetitivo, y mi boca se hace bosque de espuma y ciudades:
Sucede que ya no recuerdo y que las emociones ya no me alimentan;
que he sido castrado y me es imposible verbalizar los martillos crujientes de tu boca, haciéndome nudo de tormenta en tu pecho de veredas.
Ya no tengo cabeza de ceniza ni descollo lujuria en tu quiero matarte, cuando caiga la noche.
Ya no hay tardes tibias, ni amor esperando en la silla, de piernas cruzadas, como si pensara en suicidarse.
Todo se hace ecosistema y nadie comprende el dolor de los ríos.
Te dejo mi boca por si tu rostro cargado de sepulcros, decide aturdirse de cintas que despliegan las gaviotas en su viaje por el mar.
Te dejo algunas flores para hacer menos muerte tu muerte prematura.
Por si hoy mismo los albertinos tarados deciden morir al hacerse pedazos con mordiscos de licor y vinagre.
Me es imposible elucubrar sueños desde el fragor de un narcoléptico.
Porque lo que fue infancia lo trato en los sueños y en las proezas de una poesía que a nadie gusta y a todos mata.
Y mi alimento de tu desdicha fue amor que cumplió un ciclo.
Un auto no se paga con amor, las emociones solo aturden la personalidad.
Un incendio no se cura con besos. El océano no se navega con sueños.
Y en los dominios de tus tempestades, donde solo eres una basura intensa de pastillas que prometen la cura, y al final solo consigues el perdón de tu ego tirano, que es mucho menos, y un moralista orgulloso de nuestra cojudez, de tu imposible semantizar las putas ganas de renovar un arte que huele a cursi y huele a amor por las mañanas; porque por las tardes te debes un trago de seguridad, necesitamos eso, quizás, desafiar nuestra dieta de carroñeros y llenar de amor el mundo, para que se parezcan más a nosotros, y algo menos a ti mismo. Necesitamos alimentar de amor el mundo para que el ideal de amor se haga una revista de locuras que prometen salvación, eso que los inteligente críticos del facebook llaman religión, vivencia o cursilería. Estamos llenos de grises en corazón.
Y te atreves de cualquier forma a robarnos el sol: es que aún sueñas que el amor cambiará el mundo, cuando fue todo lo contrario: tu amor enfermó el mundo.
Y la cura... la salida única no es tu me encuentro en una bandeja, resisto por pura casualidad. De todas maneras, nadie quiere morir por amor, porque por amor se vive, no se sufre. Y así se atreven a llamarnos ridículos. La excitación es punto aparte, tus senos en cambio, son más susceptibles a la confianza de todos. Porque se pueden legar, y yo oigo el latido de tu corazón. Y tú solo oyes mi bronca y mi pesar.
Sucede que ya no recuerdo y que las emociones ya no me alimentan;
que he sido castrado y me es imposible verbalizar los martillos crujientes de tu boca, haciéndome nudo de tormenta en tu pecho de veredas.
Ya no tengo cabeza de ceniza ni descollo lujuria en tu quiero matarte, cuando caiga la noche.
Ya no hay tardes tibias, ni amor esperando en la silla, de piernas cruzadas, como si pensara en suicidarse.
Todo se hace ecosistema y nadie comprende el dolor de los ríos.
Te dejo mi boca por si tu rostro cargado de sepulcros, decide aturdirse de cintas que despliegan las gaviotas en su viaje por el mar.
Te dejo algunas flores para hacer menos muerte tu muerte prematura.
Por si hoy mismo los albertinos tarados deciden morir al hacerse pedazos con mordiscos de licor y vinagre.
Me es imposible elucubrar sueños desde el fragor de un narcoléptico.
Porque lo que fue infancia lo trato en los sueños y en las proezas de una poesía que a nadie gusta y a todos mata.
Y mi alimento de tu desdicha fue amor que cumplió un ciclo.
Un auto no se paga con amor, las emociones solo aturden la personalidad.
Un incendio no se cura con besos. El océano no se navega con sueños.
Y en los dominios de tus tempestades, donde solo eres una basura intensa de pastillas que prometen la cura, y al final solo consigues el perdón de tu ego tirano, que es mucho menos, y un moralista orgulloso de nuestra cojudez, de tu imposible semantizar las putas ganas de renovar un arte que huele a cursi y huele a amor por las mañanas; porque por las tardes te debes un trago de seguridad, necesitamos eso, quizás, desafiar nuestra dieta de carroñeros y llenar de amor el mundo, para que se parezcan más a nosotros, y algo menos a ti mismo. Necesitamos alimentar de amor el mundo para que el ideal de amor se haga una revista de locuras que prometen salvación, eso que los inteligente críticos del facebook llaman religión, vivencia o cursilería. Estamos llenos de grises en corazón.
Y te atreves de cualquier forma a robarnos el sol: es que aún sueñas que el amor cambiará el mundo, cuando fue todo lo contrario: tu amor enfermó el mundo.
Y la cura... la salida única no es tu me encuentro en una bandeja, resisto por pura casualidad. De todas maneras, nadie quiere morir por amor, porque por amor se vive, no se sufre. Y así se atreven a llamarnos ridículos. La excitación es punto aparte, tus senos en cambio, son más susceptibles a la confianza de todos. Porque se pueden legar, y yo oigo el latido de tu corazón. Y tú solo oyes mi bronca y mi pesar.
sábado, 26 de julio de 2014
Tu rostro bello y arrecho
Tus ojos tremendos, abiertos hacia el cielo, saliendo de una oscuridad beata.
Tus piernas delgadas, como salidas de un mar de hielo y cenizas.
La noche crespa. La lluvia indigente. El suelo húmedo.
La gente se aglomera, y grita la tempestad de sus mundos.
La hebilla se te cae. Tus manos me arrebatan la ansiedad.
Tus manos se hacen rayos, y dibujan en mis mejillas otra verdad.
Me alivio de tu grupo barrial. Los intestinos y la piel. El sexo resulta barato.
Todos gritan tu nombre. Y las paredes vibran.
Tú otra vez. Con los labios entreabiertos, como queriendo lamer mi miedo.
Y Dios está distante. Y a veces nos queda un poco de marihuana disidente.
Pero solo veo tus ojos grandes, que iluminan esta carretera llena de hormonas.
Y tus palabras guías. La gente es una cámara de fotos, un león acechando a sus presas. Y yo percibo todo eso,,entre la gente vas tú. Y veo la cara de Dios, y eso que tengo veinte años. Me llama genocida por eso. Quiero tocar tu vientre.
Llevarte con el viento. Inundarte de pestes y salvaciones.
Tus ojos clavados en el corazón. Tienes ratas en la cabeza.
Una fea cicatriz que atravieza tu alma.
Y la gente te reclama, quédate un rato más, la noche recién comienza.
El tiempo nos roba la niñez, porque tú eres mi licor, y yo tan solo soy un tarado.
Pero te hundes en la noche. Y entras a ese vacío dentro de la gente, en sus corazones, como limosnas, como arquetipos de hambre.
Sin embargo, yo puedo ver, de entre toda esa gente tu rostro bello y arrecho, que me mira, llena de coquetería, tu boca que me ruega un beso. Y esta pared que nos separa. Una composición toda podridad. Somos un par de suicidas dialogando de néctar y quetiapina, en este muladar de locos.
Tus ojos se apaga. La noche también. Las enfermeras circulan. Y todo queda en orden.
Tus piernas delgadas, como salidas de un mar de hielo y cenizas.
La noche crespa. La lluvia indigente. El suelo húmedo.
La gente se aglomera, y grita la tempestad de sus mundos.
La hebilla se te cae. Tus manos me arrebatan la ansiedad.
Tus manos se hacen rayos, y dibujan en mis mejillas otra verdad.
Me alivio de tu grupo barrial. Los intestinos y la piel. El sexo resulta barato.
Todos gritan tu nombre. Y las paredes vibran.
Tú otra vez. Con los labios entreabiertos, como queriendo lamer mi miedo.
Y Dios está distante. Y a veces nos queda un poco de marihuana disidente.
Pero solo veo tus ojos grandes, que iluminan esta carretera llena de hormonas.
Y tus palabras guías. La gente es una cámara de fotos, un león acechando a sus presas. Y yo percibo todo eso,,entre la gente vas tú. Y veo la cara de Dios, y eso que tengo veinte años. Me llama genocida por eso. Quiero tocar tu vientre.
Llevarte con el viento. Inundarte de pestes y salvaciones.
Tus ojos clavados en el corazón. Tienes ratas en la cabeza.
Una fea cicatriz que atravieza tu alma.
Y la gente te reclama, quédate un rato más, la noche recién comienza.
El tiempo nos roba la niñez, porque tú eres mi licor, y yo tan solo soy un tarado.
Pero te hundes en la noche. Y entras a ese vacío dentro de la gente, en sus corazones, como limosnas, como arquetipos de hambre.
Sin embargo, yo puedo ver, de entre toda esa gente tu rostro bello y arrecho, que me mira, llena de coquetería, tu boca que me ruega un beso. Y esta pared que nos separa. Una composición toda podridad. Somos un par de suicidas dialogando de néctar y quetiapina, en este muladar de locos.
Tus ojos se apaga. La noche también. Las enfermeras circulan. Y todo queda en orden.
sábado, 19 de julio de 2014
Gato
Qué puedo decirte, solo soy un gato.
Todos tus movimientos los sigo, y los asimilo.
Por si no entiedes de indirectas, tengo una sonrisa de botella.
Recorro tu vida con electricidad forzada;
te intuía así, temprano, miriadas de cerebros, todos intuidos y todos lejos.
Tu manera de acercarte es alejarte un poco.
No puedo cantar yo solo.Necesito de tu voz.
Tú mecanismo de acción se parece al de la risperidona: primero me sedas, luego mi inundas, para después dejarme inmerso en una totalidad de sombras y llanto.
Y tú lejos.
Te mandaré un dedo o una mano,
por si no hay cadenas que nos unan, al menos habrá imágenes que nos maten.
Todos tus movimientos los sigo, y los asimilo.
Por si no entiedes de indirectas, tengo una sonrisa de botella.
Recorro tu vida con electricidad forzada;
te intuía así, temprano, miriadas de cerebros, todos intuidos y todos lejos.
Tu manera de acercarte es alejarte un poco.
No puedo cantar yo solo.Necesito de tu voz.
Tú mecanismo de acción se parece al de la risperidona: primero me sedas, luego mi inundas, para después dejarme inmerso en una totalidad de sombras y llanto.
Y tú lejos.
Te mandaré un dedo o una mano,
por si no hay cadenas que nos unan, al menos habrá imágenes que nos maten.
Debate
A la pregunta sobre si Albertino es un tonto o
un genio, de tanto pensarlo, por fin hallé la respuesta: Albertino es
un tonto genial. Y paso a detallar los porqués.
Para empezar, Albertino es un tonto porque siempre va necesitar una profusión
de deleite, una fuerza que lo exprima de goce estético, y va buscar esa
belleza formal y de música en todo lo que lea; también es tonto,
porque, como lo están entrenando para crítico literario, se pone a
analizar cualquier cosa, ya que ha interiorizado eso de que todo es
discurso, todo es texto, por lo tanto, todo es susceptible a ser
interpretado por la cultura. Es un verdadero tonto, de verdad. Y además
su forma de expresarse, con ese lenguaje todo enrevesado, como los
pasillos de su mente, ¿qué se habrá creido, no? En ese sentido puede que
limite con la estupidez, el pobre. Es un tonto porque conoce poco a las
personas y ya quiere compartir con ellas el resto de su vida. Es un
tonto además, porque siempre busca el ideal, y si no lo encuentra salta
por la ventana, pero como buen tonto, cae parado, porque los tontos
siempre caen de pie. Es un tonto porque se desprende de la vida como
hoja, y él sabe no valorar los esfuerzos denodados de su psique por
integrarse a una realidad deconstruida por la polución y la materia.
Pero es un genio por algunos pequeños detalles, como en que en una
semana que raramente tuvo ocho días, solo ha dormido en todo ese tiempo
doce horas, y que como premio logró entender los planteamientos de Lacan
y encontrar una aplicación factible del psicoanálsis freudiano al texto
literario. Es un genio también porque se vio no tan solo entre tanta
lumbre; y de sus lumpen ha nacido tres misterios: el primero, ¿por qué
es tan tonto?, el segundo, ¿seguirá siendo tonto?, el tercero, ¿era un
ovni lo de ayer? En fin. Albertino también es un genio porque así lo
dictaminó alguien competente.
Pero no sabe encausar tanta prodigio
nada más que para crear falsas ideaciones de sí, que tarde o temprano lo
empujarán a la FIL, del tercer piso de un avión. Es un tonto a veces
porque disocia mucho y divaga -aunque pueda deberse esto a alguna
enfermedad mental, pero, en esto tiempos quién no es un enfermo mental-,
ya ven, ya empezó. Es un tonto porque se queda tieso y no tiene
autocontrol, solo una leve sonrisa y la esperanza de que un día estará
mejor. Hay que dejarlo a este infeliz y mejor disfrutar de buen fin de
semana. Y así no se imagina que el mastica rabia y le baila al hambre,
con sus antiguas armas de tonto recolector de sonrisas. Y es tonto
además, porque quiso escribir pocas líneas y le salió un tormento. En
fin... No hay remedio para su estupidez.
Poema CDVII
Vengo trabajando desde el silencio.
Y tú tocas toc-toc mi mente,
con tus manos de pinzas, con tus aspiraciones de aserrín;
apenas si sucede el día, y ya estoy extrañando al muerto.
Y el mundo es tan distinto, lejos de control,remoto.
Mientras tú me miras, yo me vuelvo anciano.
No aprendí a querer, pero aprendí a necesitar.
De cualquier modo, los ojos bastan, si puedo intuir que entre tú y yo, como dos muros, un eclipse que separa esta psique podrida y tu percepción totalizante de un cuerpo extraño.
La demencia es entonces un capítulo que se escribe en tu boca. Un hospital raro, por cierto.
Yo pensé que tu frialdad y el desgarro iba llevar a querernos; pero no, el tiempo fue más díscolo. Y a pesar de que tu corazón es igual que el mío, aún no sé qué hacer conmigo. Puedo adivinar tus verdaderas creencias, cómo tocas mi mente, cómo limpias mis fantasmas con tu dosis de alcohol.
Me despiertas arruinado. Una noche anterior..., musa que desmenuza mis talentos, si es que quedan, y hacen de este fortín, puro papel, bastardo sin alma. Como si dialogara con un pared, la edad de todo el mundo, se hace tu piel, entre escamas y tu piel de profeta...
Y tú tocas toc-toc mi mente,
con tus manos de pinzas, con tus aspiraciones de aserrín;
apenas si sucede el día, y ya estoy extrañando al muerto.
Y el mundo es tan distinto, lejos de control,remoto.
Mientras tú me miras, yo me vuelvo anciano.
No aprendí a querer, pero aprendí a necesitar.
De cualquier modo, los ojos bastan, si puedo intuir que entre tú y yo, como dos muros, un eclipse que separa esta psique podrida y tu percepción totalizante de un cuerpo extraño.
La demencia es entonces un capítulo que se escribe en tu boca. Un hospital raro, por cierto.
Yo pensé que tu frialdad y el desgarro iba llevar a querernos; pero no, el tiempo fue más díscolo. Y a pesar de que tu corazón es igual que el mío, aún no sé qué hacer conmigo. Puedo adivinar tus verdaderas creencias, cómo tocas mi mente, cómo limpias mis fantasmas con tu dosis de alcohol.
Me despiertas arruinado. Una noche anterior..., musa que desmenuza mis talentos, si es que quedan, y hacen de este fortín, puro papel, bastardo sin alma. Como si dialogara con un pared, la edad de todo el mundo, se hace tu piel, entre escamas y tu piel de profeta...
lunes, 14 de julio de 2014
Silente
Un abrazo tuyo, que me explique esta necesidad
de necesitarte, o que al menos disimule mi hambre de volver sobre tus
huesos, a prefigurar un sueño de manicomio y terrazas; que pueda al
menos recuperar algo de mi negación fortuita, mi identidad que llega hasta tus playas.
Necesito tu presencia, como si necesitara tu cuerpo para descansar.
Necesito tus brazos para que me saquen de esta prisión llena de ratas.
Yo repito tu novedad, y mi boca se hace centella de tus ojos.
Necesito tu magia, porque sabe liberarme. Y aunque sé que existe la distancia, tu vapor de crepúsculo y baile, al menos se asemeja en estas fechas a una risa que yo necesito para que algo me saque de aquí.
Me hago indigente en mi propio entierro.
Me lleno de papeles para recordar.
No hago más que huir, y es la mejor manera de adentrarme.
Lo que necesito yo, es que tú me saques de aquí, y me lleves contigo; en tu bolsillo, no importa, o en tu oreja, como arete, o en tu dedo como sortija, o en tu cabeza, como remanente.
Porque cada vez que quiero gritar me llaman indecente. Y cuando guardo silencio me secuestran los ensimismamientos. Y yo no sé salir de aquí, si tú no estás afuera con tu silueta de cordura y compañía.
Necesito tu presencia, como si necesitara tu cuerpo para descansar.
Necesito tus brazos para que me saquen de esta prisión llena de ratas.
Yo repito tu novedad, y mi boca se hace centella de tus ojos.
Necesito tu magia, porque sabe liberarme. Y aunque sé que existe la distancia, tu vapor de crepúsculo y baile, al menos se asemeja en estas fechas a una risa que yo necesito para que algo me saque de aquí.
Me hago indigente en mi propio entierro.
Me lleno de papeles para recordar.
No hago más que huir, y es la mejor manera de adentrarme.
Lo que necesito yo, es que tú me saques de aquí, y me lleves contigo; en tu bolsillo, no importa, o en tu oreja, como arete, o en tu dedo como sortija, o en tu cabeza, como remanente.
Porque cada vez que quiero gritar me llaman indecente. Y cuando guardo silencio me secuestran los ensimismamientos. Y yo no sé salir de aquí, si tú no estás afuera con tu silueta de cordura y compañía.
Homo neardental
Solo quiero asear mi mente, deshecha con fuego de guerra, que empuja mi fuerza sagrada, por si logra hacer que pague esta condena.
Un lavativo para la mente, quizá una buena película, o la solitaria mentira de las amistades envueltas por cofadría tenue.
Entiende tu bestialidad, y tu puesto en el ajedrez.
Al final resulta que nunca te quisiste.
Pero miras alto y te asusta que no haya horizontes.
Nadie preguntó nunca cómo se hacía. O si la demencia estaba cerca.
Los amigos no extrañan a las personas tristes. Por eso el ser humano tiende a inventarse máscaras. Por eso los hospitales están llenos de vegijas y carabinas subversivas.
Solo hay uno solo y es tuyo. Yo solo tengo dedos, y son tuyos.
Tengo amistades, pero no me pertenecen.
Solo quiero morder tu mente y arañar tus palabras. Hacerlas sangrar por si encajan en mi concepción delirante.
Pero solo tengo un cigarro, algo de marihuana que nunca fumaré. Tres monografías por presentar.
Y un delicioso purgante para el cerebro.
Un lavativo para la mente, quizá una buena película, o la solitaria mentira de las amistades envueltas por cofadría tenue.
Entiende tu bestialidad, y tu puesto en el ajedrez.
Al final resulta que nunca te quisiste.
Pero miras alto y te asusta que no haya horizontes.
Nadie preguntó nunca cómo se hacía. O si la demencia estaba cerca.
Los amigos no extrañan a las personas tristes. Por eso el ser humano tiende a inventarse máscaras. Por eso los hospitales están llenos de vegijas y carabinas subversivas.
Solo hay uno solo y es tuyo. Yo solo tengo dedos, y son tuyos.
Tengo amistades, pero no me pertenecen.
Solo quiero morder tu mente y arañar tus palabras. Hacerlas sangrar por si encajan en mi concepción delirante.
Pero solo tengo un cigarro, algo de marihuana que nunca fumaré. Tres monografías por presentar.
Y un delicioso purgante para el cerebro.
sábado, 12 de julio de 2014
Algún día...
A ti, por si me lees, antes que me haga anciano.
Alguna vez voy a querer escribirte una canción de amor que llene todos tus vacíos, y que en un instante de inquietud, te cuestiones si esta vida es gratuita porque sí, o porque esperabas que venga un don nadie como yo, que ni bailar sabe, a pintar tu hermosura con dizque versos, con dizque arte. Y entonces todos pronuncien tu nombre, pero no se acuerden de mi ensimismamiento, ni de mi silencio de rayo, que supo intuir amor en mis satisfacciones, como una charla aprendiz, de tu boca susurrando otros amores, o tu boca recortando miradas. Y yo que telefoneo a Dios, y a esa musa provinciana, que no sabe que cualquier cosa por amor es vida y ocurrencia si viene de una cabeza destrozada por psicotrópicos y antidepresivos, cuya justicia venal, se debate entre el amor y la pereza. Y ahora respiro por las venas, pero me caen las balas de tu indiferencia. Y alguna vez voy a querer escribirte algo que te enamore, pero tú ya estarás bailando en otros escenarios. Y yo seré sólo un postulado inconcluso, una suela que calzó por un instante en tu tiempo de huracán. ¡Quién me manda a ser como soy! ¡En qué cabeza se iba pensar que este corazón de perejil iba a tener su correspondiente viruela! Mi corazón viene callado desde hace tiempo. Y ahora que tiene ganas de gritar, solo sabe de ruidos y de contención, todas jodidas. Ya no es tu mirada que me avoca y me ensimisma, es el miedo que él aparezca y te lleve. Yo fui raptado. Y nadie pagó el rescate. Si te raptan, solo tengo dizque versos y esta sonrisa tonta para reescribir tu libertad, para dibujarme tu compañía.
Alguna vez voy a querer escribirte una canción de amor que llene todos tus vacíos, y que en un instante de inquietud, te cuestiones si esta vida es gratuita porque sí, o porque esperabas que venga un don nadie como yo, que ni bailar sabe, a pintar tu hermosura con dizque versos, con dizque arte. Y entonces todos pronuncien tu nombre, pero no se acuerden de mi ensimismamiento, ni de mi silencio de rayo, que supo intuir amor en mis satisfacciones, como una charla aprendiz, de tu boca susurrando otros amores, o tu boca recortando miradas. Y yo que telefoneo a Dios, y a esa musa provinciana, que no sabe que cualquier cosa por amor es vida y ocurrencia si viene de una cabeza destrozada por psicotrópicos y antidepresivos, cuya justicia venal, se debate entre el amor y la pereza. Y ahora respiro por las venas, pero me caen las balas de tu indiferencia. Y alguna vez voy a querer escribirte algo que te enamore, pero tú ya estarás bailando en otros escenarios. Y yo seré sólo un postulado inconcluso, una suela que calzó por un instante en tu tiempo de huracán. ¡Quién me manda a ser como soy! ¡En qué cabeza se iba pensar que este corazón de perejil iba a tener su correspondiente viruela! Mi corazón viene callado desde hace tiempo. Y ahora que tiene ganas de gritar, solo sabe de ruidos y de contención, todas jodidas. Ya no es tu mirada que me avoca y me ensimisma, es el miedo que él aparezca y te lleve. Yo fui raptado. Y nadie pagó el rescate. Si te raptan, solo tengo dizque versos y esta sonrisa tonta para reescribir tu libertad, para dibujarme tu compañía.
sábado, 5 de julio de 2014
C. E. L. IA
Parece
que me miraras, pero sé que no lo haces. Somos quizá dos buenos amigos
compartiendo vida, mientras nos adentramos en una siniestra soledad. Y
aprovecho la ocasión de ceder mi miedo a perderte. Es que nunca pude
apartarme tu sonrisa del corazón. Y espero, algún día pueda entrar a las
aventuras de tu desconfianza, atreverme a mirarte, ya sin verguenza de
no dejarte brillar.
Solo eso
Me basta tu voz para atravezar la noche.
Me bastan tus ojos atrevidos para intuir crisis y delirios.
Me basta tu cuerpo para orientar mi brújula.
Me basta tu presencia para creer
que aún, bajo esta lluvia, es posible la poesía.
Me bastan tus ojos atrevidos para intuir crisis y delirios.
Me basta tu cuerpo para orientar mi brújula.
Me basta tu presencia para creer
que aún, bajo esta lluvia, es posible la poesía.
Invertebrado
Soy un primitivo que regresa a su estado
natural. Bebo de tu sangre, compro venenos para untar en la noche.
Revuelvo mis pies adormecidos en grasa de animal. Me reincorporo de la
muerte, y otra vez, a saludar al sol, y otra vez a horadar las
mañanas con esta angustia de perro. Compro un litro de artículos para
un funeral. Siembro miedo, siembro angustia. Riego de condena esta
superficie de misión. Y ando por las avenidas, arrastrando esta voz que
alguna vez se hizo carne, pero fracasó horriblemente. Llevo en las uñas
restos de sangre promiscua. Muy pronto tal vez deje de ser niño, para
poder ser hombre al lado de alguien. Ordeno mis ideas y las hago
fragmentos de noche. Acabo con la disgresión y estos delirios de tu
boca; pierdo un poco de etapas. Intento suicidarme con un sutil deseo,
permanezco quieto, rondado el sueño, rondado tu cuerpo vapóreo, las
líneas que ciñen de cadenas una lenta agonía. Recuerdo mi infantil risa,
y este estado pedruzco, de quedarme siempre arrodillado ante el tiempo
que se come mis huesos y se come mi inteligencia.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)