lunes, 26 de marzo de 2012

Tú: tu recuerdo y yo en este valle

La vida es bella.Y he demorado mucho en asimilarlo. Y he demorado mucho en aprender a quererme. Estoy curado, es cierto, y ahora puedo curar a mis yos y estar en paz conmigo mismo y los demás. Ya estoy apto para querer y dentro de unos meses dejaré los medicamentos para iniciar otra terapia, una de reinserción a la sociedad y aceptación de los procederes a pesar de mis renuencias. Fui un antisocial del tipo autodestructivo. Y no me jacto ni me averguenzo, porque es hora de colocar el pasado en el pasado y el presente en su lugar. Y que estos días que viene tienen que ser promedios y alegres, con una sonrisa enfrentaré el día a día, porque gracias a las palabras de la doctora Villa, al apoyo moral de tu recuerdo, al cariño fresco y empático de Esther, a la amistad de Pittman, he aprendido a vivir la vida sin hacerme daño ni hacerle daño a nadie. Estamos en la vida para una sola misión, la primigenia misión que Dios nos encargó: ser felices a cualquier precio. Sobrellevar las penurias y las emociones con tino y ahínco, y, sobre todo, apego por la vida. Nacemos y crecemos por ideales. Y soñamos con hacer y perdurar nuestras fungibles vidas. Disfruto de mi carrera, mi eterna pasión con las letras, mi gozo con la literatura. Y repito que quiero poner las cosas en su lugar, el pasado en el pasado, el presente en el presente, la poesía en tu boca, la moral en mi cabeza y la pasión en tus besos. 

A veces me siento a tomar un café, miro el parque de Miraflores y me parece recordar el chico que fui, lleno de complejas dudas, atormentado por su inmadurez. Todo ha cambiado, mas en mí persevera el ansioso afán por perseguir los ideales, por cremar mis idilios, por ser feliz y por amar. Y ahora soy feliz, y recuerdo, y también lloro, también me amargo y sufro, pero ya no me desespero y tomo las cosas con madurez y calma. Asumo la cosas porque son.Tú también has cambiado. Y nuestros éxitos son paralelos. Yo sé que disfrutas, yo también disfruto, Yo sé que triunfas, yo también triunfo. Pero yo dependo de tu recuerdo y de todo lo que enseñaste para triunfar. Tú aprendiste de la vida, yo tan solo te enseñé ese lado sublime que algunos desesperados por el amor e inmaduros con el ego recortado pueden canalizar de la forma más endeble y sin miramientos ni remilgos.Tú me ensimismas desde el pasado. Y yo sé escribir esas vivencias e interpretarlas a mi realidad, que estar lejos, pero mirar hacia adelante, por si algún día me animo a llamar a ti casa e invitarte a salir, ten de por cierto, que me faltan los cojones para hacerlo. Lo más probable, y eso es cierto, es que espere que alguien llegue, me quiera, se aburra de quererme, se marche, me ponga triste un tiempo, piense en ti, y el destino nos una otra vez, como tú propusiste, nadie sabe qué pasará en el futuro. O puede suceder todo lo contrario. Puede que alguien llegue me ame, y yo la ame, no como a ti, quizá más o menos, y seamos felices por siempre.Y entonces tú vivirás en mí, como recuerdo, recuerdo hermoso y serás mi musa, mi mujer ideal. Por ahora eres la dueña de mis intoversiones. Y estas son las delaciones de mi corazón

jueves, 15 de marzo de 2012

Tan lejos y tan solo

¿Cómo estás querida? Tengo esposa e hijos...
De vez en cuando hablo con ella y hasta hacemos el amor...
No es que quiera molestarte, pero me es imprescindible 
sentarme en un café, y soñarte un poco... Y tal vez amarnos...


Las horas son nuestras innegables torturas. Yo lejos de ti, como un tormento a solas, me depuro, y no arrullo esperanza de que vuelvas a mi lado. Y sin embargo, siempre pienso en ti. Tengo la vida hecha de recortes de periódicos, de azulejos que robamos de la Iglesia de San Franciscos. También me componen irremediablemente hablando, los blandos púlpitos secretos en donde conferías tus votos de silencio, ante mi dominante cariño. Y eso ero vasto en nosotros, que éramos como dos niños que apenas si sabían quererse a sí mismos. Claro, que cuando yo dejé la infancia y entré a la niñez, tú ya eras una adolescentes de lentes y cabellos castaños. Y eso era la vida para mí: contemplarte sin el menoscabo, ni la superficial idea de perderte un verano. Cuando los olmos florecieron, grande fue la lluvia, las toneladas de dolor no suplieron el trajín por el que casi me muero. Y una y otra vez y más veces, llorando y rapto, oh, Proserpina, oh, Helena. Y tú disgustabas mucho del silencio clemente que nos imperaba como dos coágulos. Mira, yo aquí feliz de haberme encontrado, capaz de ser feliz yo solito. Con la resolución más importante de estos días, que es imperar sobre las nostalgias que nos disparan a estratoféricas tristezas. Tú y yo nos vamos distinguiendo del tedio y la rutina, por un lado sobresales de mí corazón, como una protuberancia que cobra certeza en cada respirar. Formas parte de mi ser. Por eso formas parte de mi corazón, aledaña a mi alma, pervives como la historia de mi confianza en la vida. Viajas por mis venas con una premura de ángel. Y yo todavía no sé olvidarme de tus ojos pardos, de tus lentes caprichosos, ni de tu cabello castaño, que, intuyo, ya ha crecido. Y has adelgazado, me cuentan, eso quiere decir, que la esbeltez de esos días, cuando la duda y la soledad nos asolaba, han vuelto. Es decir, que estamos como al principios, tan solitos y tan lejitos. Separados por una río de asfalto y estas mis ganas de no atreverme a buscarte, mi amor. Mi amor, mi musa, mi vida...

lunes, 12 de marzo de 2012

La flor herida

Tú no eres una flor. No eres soberbia envejecida, ni hastío del tiempo reluctante. Eres la jovencita de lentes, con miopía y piel clara, de la que me enamoré allá, por los años del egoísmo y del tabaco. 
Tú no eres un ángel. Eres tan terrenal, con tus pecados y tus vesanias, pródiga de virtudes, prolija en defectos, con tus insanos comentarios, y la boca hecha de miel, que a veces sabían a amargura del tiempo y de la frustración hechas trajines. 
Tú no eres una flor. Las flores se marchitan, tú rejuveneces con el día, y te levantas de tus escombros, de estrambóticas situaciones, eres luchadora; aunque en ti, la luchadora social que conocí, esté dormitando, como el pasado que vamos dejando. 
No eres pasado, eres presente. No eres presente, eres ausencia. Y del tiempo, eres los minutos muertos. Y de mi memoria, los preciosos recuerdos. Eres amor eterno, cándida luna que acompaña mi soledad. Y si estoy solo, no es por menosprecio a la sociedad, es para evitar contaminarme de los demás. No eres luchadora social, ni siquiera simulacro de guevarista, ni siquiera burgués teórica; por el contrario, una apacible dama, el común, parte del resto que desea ser feliz, en su virtud, gracias a la manipulación de su inteligencia y en provecho de los demás. Eres una linda sonrisa, que todavía sabe atraparme, que todavía sabe sonrosarme, que todavía sabe ensimismarme, que todavía sabe inspirar líneas. Y tus palabras son tósigo; y ante eso, ya estamos entendiendo, el mecanismo de la maduración: no necesitamos a nadie para ser felices, nos necesitamos a nosotros mismo, porque somos suficientes para ser feliz, el uno, lejos del otro. Pero qué lindo sería coincidir contigo, otra vez...
Tú non eres mujer feliz. No eres una flor. Eres mujer herida, mujer dañada, una flor de pétalos rotos, de inspiración roída, de raíces podadas. Mujer que padeció martirio, esclavitud y vivió presa de mis suicidios.

Y el tiempo se encarga de borrar las estatuas que fueron hechas de arena. Y también de evaporar los océanos de lágrimas. Particularmente, de ayudarte a formular el olvido selectivo. Y entre ellos me voy yo.

Yo no soy un galán. Yo te hice mucho daño. Y no hay tiempo para remediarlo. Ni siquiera nubes que apoquen mis huellas alevosas. Las primaveras han huido de mi boca. Yo no soy guerrillero de tendencia guevaristas, soy otro teórico, un revolucionario de escritorio. En eso sí que nos parecemos, somos tal para cual, en ese sentido estricto de la realidad. 
Yo no soy un caballero, no lo fui siempre. Aprendí a respetar a los demás, cuando aprendí a respetarme un poco. Cuando supe qué es eso que llaman autoestima y caminé solo. Y decidí ser feliz, con o sin ti. Y hay tanta gente que quiere ser feliz conmigo. Y yo empecinado, en se feliz para ti. Y la cosas no son así. Soy feliz, y no necesito a nadie de quien dependa mi felicidad. Somos autosuficientes. Recuérdalo, cuando marches sobre la burocracia y te confinen a un escritorio y depuren tus ideales.
Y ahora eres la jovencita de lentes, a la que dejé llorando en Barranco, la que me rompió el corazón para siempre, segundo antes que te marches con él. Eres mi piel, mi musa. Eres los ojos heridos que quiero curar. La luz que quiero enamorar. La épica lucha que quiero terminar. Si te quedas acá, en el pasado que pretendo dejar, espero no tener que añorar en el futuro lo feliz que pudimos haber sido juntos. O las grandes cosas que pudimos construir con un poco más de tino y madurez.

Te vas quedando... Pero sigues y seguirás siendo mi musa, mi reina, mi amor. Y la flor herida que siempre se puede reponer de sus escombros

sábado, 10 de marzo de 2012

Hombre que mira a una mujer

Llueve, ¿cierto? Y aquí se respira tristeza. Todavía soy incompetente en ese sentido. Toda la felicidad que acaparamos se va con las gotas de lluvia. Por la tarde dormíamos juntos, respetando nuestros anhelos y nuestras causas comunes. Quiero ser como tú, dijiste, dormitando todavía. Y te propuse si no podrías ser más altanera. Pero, claro, tú desconoces de eso. Das el todo por el todo, y yo todavía sigo siendo un chico malo. Ciertamente, y eso es un axioma, no me necesitas para ser feliz, ni yo a ti. Podemos ser felices por separados, tenemos esa capacidad y esa ganas que Dios en compensación nos dio. El que creas que eres feliz conmigo o yo contigo, es solo superstición; tan solo tenemos la grata coincidencia de coincidir en este instante de felicidad que nos creamos. Pero que compartas tu felicidad conmigo o la mía contigo, eso es otra cosa, una más sencilla y acústica, como para oír mientras nos vamos quedando dormidos otra vez. 
Sabes-que-te-has-hecho-mayor


Te aburres de mí y te vas a dormir, o eso cuentan los periódicos de mañana. No sé retratar mi arrepentimiento ni dibujarme pueriles ansias de ser niño bueno. ¿Por qué no saludaste a nadie en el día de la mujer?, te preguntaste mientras colocábamos la cortina en su sitio. Con qué cara puedo celebrar este día tan nominal y delicado, si yo mismo he herido a una mujer de porcelana y miel. Tú misma has sufrido un rato por mi oposición y mis frustraciones, mis diligencias por apartarme lo más posible y oír la sinfonía de mis pensamientos. Me desgasto de sangre y llanto. Ahora mismo lloro, y esta lluvia de mis ojos no emula la de afuera, porque no pretendo despertarte ni asimilarte como otra. Solo quiero que entiendas que estuve loco, pero ya cambié. Y que ahora soy inofensivo o estructurado de mucho más papel. Yo te amo. Y si en la tarde no te dije nada al oído, mientras dormías, era porque dibujaba acuarelas de tu belleza en mis pensamientos, para que un día no muy lejano, tú entiendas que no nos necesitamos para ser felices. Somos autosuficientes, somos incipientes. Yo mismo he cortado el velo, he roto el cristal y he desaparecido con los primeros días del año. ¿Por qué me necesitas entonces si puedes ser feliz sin mí, si las cosas te van mejor desde que no estoy a tu lado? Te necesito para tener con quién compartir esta alegría. O para que el curso general de nuestras vidas siga yendo mejor que antes, porque, ciertamente, hemos madurado, aunque entiendo que te hayas vuelto algo arisca. Ahora duermes, y no haré ruido para que te despiertes y me prestes atención. Yo solo quiero tus ojitos cerrados y no terminar esta admiración.

jueves, 8 de marzo de 2012

Primeros pasos para ser escritor de verdad

(Discurso de mañana en la premiación del concurso de cuento y poesía Un millón de razones para escribir)

A C, ausente en mi mundo,
presente en mi corazón

Hasta ayer fui solo el chico que se sienta al fondo del bus, en el asiento más lejano, el asiento que nadie quiere, tan solo para poder estar a solas con sus pensamientos, y estructurar narraciones de una posible novela. O el que transita Lima observando edificios de belleza colonial, decorando sus ojos con las volutas y los hermosos capiteles de las imperiosas casonas limeñas. O el trasplanta mundos cotidianos a realidades que le competen a su yo herido. O el soñador empedernido que todavía quiere retroceder el tiempo para cagar las cosas un poco menos. O el chico triste que ni un solo día deja de pensarte. O el tímido colega que se apresta a saludar cuando ve a una autoridad en su frente, y, sobre todo, elocuente en el arte de ser cordial. O ese que se pasa horas leyendo temas que otros consideran pueriles, y se documenta tan solo para escribir un miserable párrafo de una extraña novela. Hoy dejé de ser solo eso.

Y mañana, pasado el medio día, cuando reciba el premio de manos del alcalde, en el momento del discurso, maldita sea, te tendré atravesada en el corazón, porque no habría llegado hasta aquí sin ti. Eres la razón de mi poesía, eres el porqué de mis letras. Ese premio te lo debo a ti. Es tu premio. Nuestro premio. Desde mañana seré un escritor de verdad en sociedad. Mañana, vestido elegante y en compañía famélica pero reincidente, podré decir desde mi corazón: Gracias, este premio te lo debo a ti. Es mi primer premio. Y eso me alegra. Me voy haciendo escritor de a poco, un escritor de verdad, que tal vez descubra del todo la verdad que guarda dentro de su inaccesible ser. Y las introversiones, por supuesto, tú me las regalaste. Yo a ti te debo eso: la capacidad de sublimar, de escribir teorías y mencionar alternativas de la realidad. Tú me enseñaste a amar y a vivir. Desde mañana mis empeños por sobresalir y reconquistarte han dado un paso gigante, porque ya soy escritor para la sociedad. Me hubiera gustado que lo recibas conmigo. Mi premio, el que de verdad quiero, es una cita contigo, una cita especial. Gracias por todo a todos. Y a ti, por existir, sin ti no habría poesía para mí. Eres mi musa, mi reina, mi amor...

lunes, 5 de marzo de 2012

El origen de los lunares

¿Has notado las manchitas rojas que nos va dejando el olvido?

Todo empieza con la inefable pena. Al principio de los tiempos esas manchitas eran heridas que no cicatrizaban, eran cortes rectos que expelían llanto e irradiaban muerte. Con el paso del tiempo, una lánguida capa de desaforados recuerdos, otras tristezas opacas, pero insuficientes, recubre la herida y le da un aspecto de cicatriz queloide. Entonces interviene la sublimación, la ayuda de los amigos, el empeño por sobresalir, la obstinación con la mala sombra, y, por supuesto, la química. Cuando esos sucede, la cicatriz queloide, que en el principio de los tiempos era una herida abierta, se transforma en una llamativa marca nacimiento. Y pasan las eras, pasan los tiempos, con sus respectivos imperios, con sus respectivos infiernos. Y sale el sol, un sol que no sabe evaporar, a pesar de ello, millones de lágrimas. El recuerdo se hace desgracia. Interviene el olvido. Y el olvido viene de todas partes, pues hasta dios se olvida de uno, y principalmente te olvidas tú de mí. Toca ser recíproco, pero no haraganes ni hostiles. Simplemente solidarios en la marcha y marchitos en el tiempo, como dos margaritas que fueron deshojadas. O tenues tormentas que rompen sueños y recortan imágenes absolutas. La nostalgia otra vez. El añorar las cosas que se van dejando y las que personas que nos van dejando. Y todo el llanto vertido en ese proceso de olvido, deja en la piel esas manchitas rojas de las que te hablé, y que he notado mucho en tu espalda, y en tu cuello, y en tu vientre y en tu rostro. Siguen pasando las eras, una revolución del tiempo, el corte y queda de la última escena, ese es el recuerdo más fresco, exactamente tu llanto antes de que te fueras con él. Y ese llanto yo te lo provoqué, no me ufano, pero me gustaría remediarlo. Sonrisas por los siglos, estertores de muerte en las noches, argucias para disimular el desamparo en sociedad. Y tus manchitas rojas, las que yo empiezo a tener, se tiñen de azabache. Y se hacen lunares negros. Y tienes más lunares oscuros que yo. Cada lunar negro es un momento feliz, en el principio de los tiempos, y quiere retratar tu éxito en el proceso del olvido. Sin embargo, también noto que tienes lunares que no son ni rojos ni negros, más bien marrones. Quiere decir que todavía no olvidas algo. Al parecer como tu primer novio no lo hice tan mal. Y eso que tú eres mi primer amor de verdad. Y he de reconocer que ahora tienes más lunares que antes. Tal vez ya vas olvidando todo. Y lo haces muy bien.
Ahora que ya sé el origen de los lunares negros, no quisiera jamás ya que me salga un lunar, porque, demonios, no te quiero olvidar. Pero ya empezaron a salir manchitas rojas en mi piel. Blandiré tu recuerdo hasta el momento en que el tiempo se canse de trascurrir y otra vez sea el principio de todo. Contigo o sin ti. Te amo, aún y aun. Con él o sola. Siempre seré el turista en tu cabeza.

jueves, 1 de marzo de 2012

Barriletes de mi corazón

El mayor sacrificio de amor no es quitarse la vida por alguien que amas; el mayor sacrificio es entregarle la vida a ese ser que amas. Yo no te entrego mi vida, para qué la querrías, y eso no quiere decir que no te ame. Te entrego poesía, por si sabes valorar lo que te escribo. 

El olvido toca la puerta y hace sentir sus dedos fríos en mi espalda. Recorre con el pulgar mi pecho y te ausentas un rato de mi memoria. 

No soy el mejor, lo sé, y eso no es humildad, eso es sinceridad. Si quieres humildad puedo decir que mi amor no es el mejor que podrías conseguir; pero sí que nadie te podrá amar como yo te amo, tan sincero y desnudo, con el corazón hecho jirones, pero firme y deseoso de cumplir cada una de sus promesas, como lo voy haciendo hasta ahora, en secreto para que todos lo sepan. No son los versos los que dan fe del enamoramiento, son los latidos del corazón.; siempre sé que estoy enamorado cuando pienso en ti y mis latidos aumentan, las pupilas se me dilatan y el deseo por vivir es intenso.

La depresión toca la puerta y hace llover en mis ojos. Desbordo tristeza. No necesito consuelo, soy capaz de reponerme con mis propios sueños.

De todas maneras me alegra ser una de esas pocas personas que puede expresar su ideación sin remilgos. Lo que no me agrada, y tú lo sabes, es que soy algo inseguro; pero ya no en el amor, más bien sobre la imagen que tengo de mí, tengo un concepto errado de lo que soy yo; porque tal vez soy más de lo poco que creo. Y cuando asuma eso como un axioma, podré irte a buscar, claro, si es que tú decides recibirme. Me enteran que sufres. Cuando te hartes de sufrir por amores de un rato, dame una señal, porque yo sé perfectamente y al pie de la letra que puedo hacerte enteramente feliz. Si no te busco es porque mi inseguridad, la autoimagen y ello, y también por que quiero que entiendas que nadie podrá amarte igual que yo. Tuve mis errores. Hice muchas tonterías, pero no valoras mis logros ni mis introversiones. 

La vida se hace de escombros, pero no de olvidos. Yo quiero hacer una vida, pero no a raíz de olvidarme de los escombros en que me dejaste. Sé que podemos mejorar esta distancia, hacerla ínfima y separar la desgracias de las sonrisas. No sé a ciencia cierta si soy del  todo bueno, pero soy buen estudiante, buen trabajador, amante de la justicia, probo en buena medida, y hartamente lírico. No sé si valga algo eso en el estándar tuyo. Tengo un lado dormido. Y es que desde que fuiste no he podido amar a nadie. Y hay indecisas dementes que me amaron, elucubrando tiernamente que yo era el hombre que ella esperaba; pero yo no pude corresponderles como se debe. Sinceramente, se debe a que no puedo amarlas porque mi corazón te pertenece. Y esos días, en cambio, tapizados ahora como recuerdos, son solo míos. Y por ello se debe a que escriba. Mis amigos me dicen que te olvide, que escriba de otras cosas. Y les hice caso a medias. No te olvido; pero en cambio me dedico a leer libros sobre las dictaduras militares, novelas políticas y ensayos socioeconómicos, para poder fecundar una novela que te guste, aunque tal vez no puedas leerla. ¿Qué puedo decirte que no sepas? Ya no me lesiono, tengo rango, "respeto", peso y "comodidad" en mi trabajo. Qué más. Que te amo lo sabes. Que no te olvido lo sabes.Que a veces todavía lloro por ti, eso no lo sabes...

La nostalgia toca mi puerta. Te extraño. Ojalá podamos hablar. Y espero te guste esta canción, la cual deberías escuchar mientras lees esto que te pertenece, porque eres mi reina, mi musa, mi amor.