viernes, 19 de julio de 2013

Sobre tu nombre...

Sobre tu nombre va cayendo un triste polvo a violencia,
con súbitas percepciones que alteran mi ánimo.
Caen amenazas que arrostran fechas,
íntimas dudas que extiende sus alas
sobre este desvarío enamoramiento roto.

Pólvora de madrugada, la noche se ausenta
y explota la mañana, con fulgor y violencia.
Entras por las rendijas de mi alma,
y consumes mi oscuridad, para desentrañar
de mí la hedionda riqueza.

Muchos minutos transcurridos,
se yerguen las flores de tu pecho,
como si adivinaran
que esta hambre, idilio caliente,
puede recubrirse de tibia madrugada.

Sobre tus ojos cae la noche.
Y es precisa la mirada que me lanzas,
con sus aguijones de tristeza cósmica,
con sus altos muros de dolor humano.

Sobre tu recuerdo cae un polvo de violencia,
que con el correr de los tiempos,
se irá haciendo polvo de olvido.

domingo, 14 de julio de 2013

Poema CXXXIII

Esto que nos ensucia el rostro
es la culpa que necesitamos
para, por así sentirlo,
cumplir como seres humanos.

No puedes resolver tus traumas,
porque tu padre siempre fue callado.
Y ahora que necesitas realizarte
como individuo denostado,
no puedes más que sentir asco y pena
por eso que antes te excitaba.

Aquí, entre esto que separa 
tu alma de mi mente,
en ese vacío malvado,
poco a poco, las fisuras
se van llenando
de indiferencia y nudos.

Y en un par de años,
como presuntos extraños,
estaremos sorbiendo recuerdos,
aterrados en esta ciudad oscura
temeroso de salir a la libertar

martes, 9 de julio de 2013

Proyecciones

Tengo como predestinada esta desidia, este desencontrarme con las albricias suculentas, mutilados estamentos de tu vida, que se me antojan, no sé, extranjeras en este pecho nativo.
Yo voy por la vida como voy por los cines: lleno de angustias y desórdenes. Voy por el cielo como un avión de guerra: interrumpiendo con su rugir la calma de los seres inferiores. Y entre mis brazos y mis piernas guardo aquello que pudiese destruirlos, no sé, tal vez una bomba H o una simple diatriba directa a la imagen que quieren proyectar de sí.
Y tengo entre mis ojos una aspereza y una fortuna de haber visto en ti, mi dulce bermellón, más que una conjuntura de músculos y huesos, con sus retículos de cobre y oro, y sus montones de penas y hormonas que implosionan y consultan carácteres y neurosis, todo ello eres tú, y te configuras como mujer jamás pura, entre mientes y sacramentos, entre tugurios y misterios. Y a todo ello, con esa opaca deficiencia, mi alma es tuya, como tu cuerpo, en una posible feria, pudo ser mío.
Tengo un aire de suicida, con ese aspecto a rojiza muerte fóbica, lleno de máculas y tentáculos para los helechos de tu jardín, por si, en esta ocasión ya jamás se me escapan tus estúpidas garras de mi fieras muñecas, y de una vez, así de simple, optas por tomar de mí aquello que no quieres.
Tengo como pretexto para mi existencia, el injustificable amor que por ti siento, con sus altivos cimientos, sobre borrascosas temples, sobre tiernos algodones, que usurpan el jugo macho de tus senos portentosos. Miserable de mí, que no supe escribir mucho antes esto que por ti siento, digamos, antes de que tú existieras.
Yo voy por la vida como van al psiquiatra los gatos. Atentos y sigilosos, temibles y cobardes, así, de puntillas, por si matan una línea que nace del sueño y se proyecta en esta misteriosa aljiba rebelde. Voy sumando experiencias, condenadas culpas que saben solo distraerme de mis quehaceres intelectuales; tus castellanos venenos, como disonancias de la vida real, se hicieron fortuitas verdades. Y ahora yo ya no sé desprenderme de tus cínicas caricias.
Tengo que ocupar tu mente, no sé, quizá pueda vestirme de pensamiento y manifestarme a través de tus inesperadas psicosis. O pueda entrar en ti a través de sencillas palabras, que te iré administrando, en pequeñas dosis de compleja amistad. Y ya tú, llena de prisiones, pueda poseer eso que no te animas a tomar de mí.
Voy por la carretera y en la mano derecho llevo mi alma, y en la otra llevo mis pensamientos. Voy con esta tristeza que no tiene principio, pero no tiene final. Y te pienso, porque tal vez un día muy cerca, no sé, quizá deje de estar tan triste y solo, y podamos dormir juntos y criar a ese niño que debió ser nuestro.

lunes, 1 de julio de 2013

Padre

Usted nunca fue el padre amoroso de las películas que las industrias de cine nos vendieron. Tampoco fue el padre alcohólico, contraparte del primero, al que no le importa ni un bledo la consistencia moral de sus hijos. Ni fue el super héroe que pasa millones de pruebas para reafirmar su condición de padre. Ni el ladino, truhán, perverso cretino que estafa hasta a sus hijos y enseña a estafar. Tan solo fue un ser humano, con sus propias introversiones, su silencio milenario, sus manos que construyen futuro y esas maldita soledad que le impidió rodearse de mi miserable compañía.

No fue usted mi modelo a seguir, pero siempre quise ser así de duro, silencioso y valiente, callando dolores y pervirtiendo las reglas, creando marginalmente un espacio para su silente culpa. No fue usted un tipo entregado al trabajo al cien por ciento, porque siempre se le veía en casa, arrastrando su dolor rotoso, con ese aire a "no me pasa nada, tal vez fue un mal movimiento". No fue usted comunicativo con sus hijos, si hablaba era tan solo para sentenciar un castigo; pero en ese sigilo, su pacto con el misterio, aprendimos ciertamente a necesitar siquiera su mirada arrepentida, porque usted era tan humano y, como tal, se equivocaba. Y muchas veces se equivocó con nosotros.

Usted trataba de olvidar su pasado. Por las noches caminaba en secreto, y tras sus pasos iba derrotando los pedazos de tierra que le siguieron hasta este presente fatuo. Y desde sus arrepentidos labios, sin temple, musitaba un vals. E iba recolectando experiencias, que después nos daría en forma de consejos. Y así pasaron sus días: usted aplastado en el sofá, videando una película de acción, para disimular el dolor que le rompía las arterias. 

No fue usted nunca un tipo de sermones, sus escuetas frases, su sabiduría tomada de la experiencia y sus delirios fóbicos bastaron sinceramente para enseñarnos un poco de cristianismo militante. No fue usted un gestor cultural, prefería lo práctico, por eso, cuando le dije que quería ser escritor, manifestó su disconformidad y me prometió un mejor futuro si fuese ingeniero. Y un cálido recibidor para mis ideas consternadas, si acaso, esa personalidad infeliz que de usted heredé, con sus vacíos incopables, se manifestaba con la imposible psicosis que usted albergó entre su silencio y su rara simpatía.

Su sombra se alarga y muy pronto se une a las fantasías del lado oscuro de esta casa incompleta. Y su corazón se parte, por si en esta eterna tristeza, puede al menos darme el amor que desde niño le exigí, para más o menos identificarme con usted. El tiempo me cubrió de gris. Y su callado dolor se fue exportando. Y muy pronto, tenerlo enfermo fue un ritual. Con plañideras a expensas de nuestro patrimonio, se arrastraba tras el dolor un criminal sueño. Y sus ojos fueron llenándose de silencio y su boca expelía refugios. Temblamos ahora de miedo, ante el dolor que no quiere expresar; sus febriles ojos, su postración necesaria, la remota insistencia de la muerte que vino a buscarnos o el mar cálido que atrae con su rumor los abnegados fracasos de llevárselo. Pero pronto su habitación y su mente se llena de un silencio inmaterial, un golpe interior, la implosión del tiempo enterrado en lo profundo de su memoria hacen que su vasos sanguíneos colapsen y de esta cruda manera usted se cubre de un silencio total.

Usted no fue nunca un padre amoroso. Pero fue un buen padre, pero fui un mal hijo.