lunes, 16 de marzo de 2015

Desaforados

A muchos les es indispensable ver a ciertas personas siquiera una vez a la semana. De ese mismo modo, me es indispensable pensarte una vez al día, aunque sea para insultarte por el desorden en que me dejaste; o para añorar tus abrazos alargados de simpatía, o porque se me hizo costumbre preguntarme, ¿qué me estoy haciendo sin ti? 
Todo tarambana, bajo un cielo de carbón y desnudo, con toda mi pequeñez, siempre me he visto solo, incapaz de seguir los indicios que me dejaste para llegar hasta tu mirada que todavía saben interrumpir mis sueños caóticos. Hecho un monstruo, torturado por tus recuerdos agudos, aún, con toda mi carga emotiva, me siento bien cuando me encuentro con tu sonrisa por la calle, o en el trabajo, y veo que aún sabes avivar mis impulsos, ponerme loco con tus ojos pardos, enormes y admirables. 
Y te veo atravesar mi pálido cielo amoroso, silenciosa, pero ya no te veo buscarme a las tres de la mañana para escaparnos de esta ciudad, lejos de tus padres.
Mi bien amada, aquí resisto tu desprecio, perdonando todos tus errores, la agónicas noches que por ti esperé, envuelto en un hechizo afilado, entre el llanto y la rebeldía. Entorpeciendo mi falso goce con saltos aventureros hacia la calle, hurgando en el interior de otras personas, que nunca me amarán como han amado, o yo te he amado, esas otras noches, en la oscuridad del desierto, o en cielo más aterrado. 
Te espero todas las noches, sufrido y silencioso, llorando todo el tiempo porque no he vuelto a vestirme con el amor de otras personas. Y sé que voy a quedarme solo al final. Porque siempre voy a fracasar en mi búsqueda. 
Bajo tu tortura mil veces perdí los ojos. Y siempre esperé que un día de estos regresen tus pies chiquititos a despertarme muy temprano, a que me invadan en pesadillas, a que seques mis lágrimas arrugadas con tus dedos delgados; y que me sostengas con tu terco hacerme sentir querido y me desinfectes de tristezas, tu quererme comer a besos, por encima de tu vida, por encima de ti misma, con tu sonrisa de clavel y ofrendas. Y esta vez yo lo voy a saber soportar.
Pero te fuiste. Y me dejaste arruinado, hecho un ser irracional que solo sabe descender a la clandestinidad y beberse las herrumbres de las gentes, masticar las flores que sembramos para nuestros aniversarios, por si me permitías coronarte como mi diosa, y que te distingas entre todas, y bañarte con ternura y calma, y decirte: no me importa quién seas, yo te amo con todos tus tropezones. Porque la verdad yo tampoco sé quién soy. Pero sé que nunca más volverás a tomar mis manos al cruzar la pista, porque tu camino conmigo ya ha concluido. Y yo me quedé zozobrando en la noche, en esta vida que no es la misma desde que me dejaste por irte a perseguir los sueños de otros, porque no precisabas ya de mis besos en tu devenir del colapso, tu hacerse inmaterial entre mi locura torpe.
Mi diosa, la dueña de mi fantasía y mi inmoralidad, yo te busco en las noches cuando sé que estoy solo y sé que siempre voy a estar solo, las noches asesinas en que sé que no tengo amigos que me visiten mientras agonizo. Y mi vida se hace más rara cada vez, siempre conozco gente, pero nadie se anima a amarme como yo puedo amarlos: alguien llegará, dicen, ellas están de paso. Pero ya han pasado muchas, y las he repatriado con los besos tuyos. He enloquecido de amor a su lado. Pero jamás me devolvieron lo que les di. Y yo no sé quién es la correcta: nadie lo es. Solo tú lo eras. Tú que me entregaste tu brisa y tu lecho, y esos besos indecentes del color de tus bikinis, y esa sonrisa y estos traumas y esta alegría.
Pero te fuiste y me quedé loco, deprimido y desconsolado. Y no he vuelto a confiar en nadie: ni siquiera en mí, porque me he convertido en parte de la oscuridad a la que tanto temíamos.