domingo, 29 de noviembre de 2015

Me resisto a olvidarte

Lentamente mis días se fueron llenando de su ausencia.
Decidí navegar solo por estas grutas del desencanto y el hambre.
Y me vi tan solo, marchitado por la agreste sonrisa
de la noche que nunca quiso acariciar
mis matizados deseos de arte.
Adquirí la costumbre de pensarla por las mañanas,
durante el almuerzo y antes de abrir un libro:
hice de su ausencia una presencia que alivia mi rutina.
Adquirí la insensatez de embriagarme con su recuerdo,
pensar en ella, pensar que ella piensa en mí,
que, un segundo al día, todos los días,
ella encuentra triste mi ausencia de idiota
que se desangra de nostalgia sin su sonrisa.
Tardé en olvidar el color de sus besos.
Y lloré durante setenta horas cuando me percaté de ese detalle.
Adquirí nuevos vicios: la marihuana, el tiempo, la soledad.
Nunca me rodeé de tanta gente desconocida,
pero siempre hurgaba la compañía de otros ojos
por si se les parece a sus ojos de tiranía personal.
Adquirí una deuda insondable con la vida:
alguien me prometió asesinarme tan pronto
escrutara las piernas infernales de una mexicana.
Pero no sucedió nada de eso. Aún estoy vivo.
Y estoy enfermo, y soy un ebrio y soy un fumador
y me duele el pecho y me pesa la vida
y me falta su presencia.
Yo creo que si no hubiera sido ello,
hubiera muerto antes por una bala despistada.