Esto de ser buena persona, de ser atento, desierto de fibras telefónicas,
estar bien armado con una sonrisa que casi desaparece por aguantar tanteos,
no resulta en enclaves briseñas, mucho menos cuando se trata de enamorar a una chica que de milagro se arma como una sonrisa y unos pies de plomo, tan duros como su corazón, y que resucita porque se cae de un grito, y que expele solo movimientos de cadera.
Y eso de estar siempre presente, aunque sí, cualquier abversidad, sosteniendo una sonrisa de cartón, tratando de maquillar la realidad para hacerla más digerible, y eso que se le escapa el alma, (se va se va se va), a la espera de un beso regio, o de un esta noche quiero hacer el amor contigo, pero, como siempre, mi alma de fotografía se resiente, se queda esquinada, bajo el influjo de la noche, perseguido por las voces inefables de la claridad, muerto de humanidad falsa.
Esto de ser sicario y voluble, de armarse y crearse un personaje tan distinto en esencia, solo para generar pulsiones electrógenas en el útero de la fémina de al frente tuyo, flor de heridas, que siempre se cierra cuando despierto en mitad de la noche, añorando su sonrisa, su baile se siglos, cuando en mitad del trueno, como un perro anochecido, me siento solo, avocado en mis ensimismamiento, aterido de suicidios, porque sudo y la extraño, como se extrañan esas personas irrepetibles en un tránsito.
Y eso de tener siempre una respuesta para la brisa que recusa su mente, de hacerse ventilador para aliviar sus penas, cambiar mis prioridades para regalarle horas extrañas. Eso de ser huevón como que se presta a ser buena gente. Y aquí sigo, ignorado y silente, para que la lluvia no salga de sus ojos. Eso de ser buen amigo es volverse rumor, antaño, presidiario, tierno, gesto; mientras ella, adolece con otros cuerpos, en mitad de la montaña o en el más profundo infierno.
Eso de ser buena gente, de odiar a los poetas, ya pasó de moda: mejor es ser un maldito desgraciado y volver a anidar por ahí....
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