Sibila, muñequeada y con fuego en los dedos, recortada de la memoria, enciende un fallo ("pal frío", dice), pero esta vez también se le quema mal.
<<Viste traje naranja, toda adulta ella, con labios de bebé, independiente se dice -yo pienso más bien necesaria-, y presta su voz a mis demonios, elucubra un buen armadito, lo lleva a su boca y aspira hondo, como si quisiera quemar también sus pulmones llenos de motín.>>
Allá atrás transitan las almas ajenas de los enfermeros. Aquí todo es redondo: la luna el parque sus ojos la mota su boca los besos la muerte el zatrix el frío la pena.
Aquí todo es silvestre y rojo. El destino nos fundió en un solo abrazo, lento como como cuando consumes tu hierba ("a falta de papel, tenemos cartas").
Y aquí todo apesumbrado, fumando mi pena con una chica que apenas si conozco, intuyo su nombre, pero estoy demasiado en otro mundo para verbalizarlo, a penas si la simbiosis ha empezado, su cuerpecito delgado sostiene el cigarro, de su boquita encorvada se escapa el humo pesado, como si fuera su alma enfadada, la polvora del adiós se enciende, su rostro ardiente, su mirada transeúnte... La luz que llega de afuera.

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