La noche es un peatón que recorre tus calles llenecitas de sentimientos y buenas intenciones.
No vaya a decirme qué hacer ni qué sentir, con que se quedes en mi
vida, para aliviarme o alterarme, o como quien dice, llevarme de la
oreja a clases, y hacerme sentir esa
emoción tan fuerte que yo -porque soy muy torpe- confundo con cariño
verdadero, así todo se queda bien. No necesito de postulados ni aporías.
Prefiero su peso en oro,el equivalente en palabras.
Puede que a
veces no la mire al hablar: todavía no aprendo a ser grande bajo sus
ojos, ni bajo su piel, ni a estar preso en sus abrazos. Pero infiero que
con el correr de los tiempos, usted, analizando esos extraños actos
fallidos y yo dejando que su mano recorra mi voz, con su comprensión de
delirio y descreimiento.
Yo sé que mucha gente la ve, y piensa, "qué
linda chica"; pero yo sé algo que ellos no saben: sé que detrás de su
sonrisa de estudiante, y sus mecanismos de defensa (y repulsión) se
encuentra una buena hija que sostiene a un padre y sus mutismo y su
suicidio silente, y por ello, si me pidieran por quién dar la vida,
usted sabe cuál es mi elección. Y aunque mi ritmo de vida sea algo más
ligero, sin mucho boato ni restricciones ni algas en el pecho; nunca
cambiaría su inteligencia por parir hijos ciegos y cansados.
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