¿Qué puedo reprocharles?, ¿que me asesine de angustias, que me quite el sueño o que se lleve mi calma? Ella es libre. Yo tan solo soy un gato. Un gato muy abstraido y volatil. Pero que he decidio reposar mi suerte ínfima entre sus sombra y su sonrisa. Jamás atraparla. Ni darle la espalda. Prefiero ella me dé un beso cuando se le antojo. Total, yo siempre estoy a su servicio. Pero esta noche, como otras noches similares, estoy solo. Siempre estoy solo, no es novedad. Nunca jamás es novedad. Hace suelo y la noche es una incompetente. Ella se divierte y bebe en un bar. Pero claro, yo siempre estoy (y estaré solo) corroído de angustia o de mejora, y qué puedo reclamar, si entre ella y yo solo nos media una sonrisa de principiantes... Ella es libre. Pero yo no. Ya no desde que la dejé invadirme.
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