Hace algún tiempo viví alucinado de una chica. Para qué decir su nombre,
no importa en verdad. Pero su sonrisa sí. Tiene los dientes perfectos.
Una sonrisa eléctrica y ciega. Y yo intenté tentarla con versos y
sonrisas. Pero ella siempre fue reticente. Así que llegamos a un mutuo
acuerdo. Cómo pude. No fue grosera. Pero creo que sintió lástima de este
viciadito. Y por eso se hizo a un lado y dejó pasar el tren que me
partió en treinta y tres pedazos irreconciliables. Yo creo que
ella intuía el peligro. Y su sonrisa, Dios. Yo estaba muy solo. Y
quería su compañía. Pero ella no me quería de compañero. Y solo me
ofreció su amistad. Repito, no fue grosera. Pero sí fue algo jodido el
quitarse la comodidad con la me ondeaba entre su rellano y mis
intenciones. El tiempo pasó. Yo me consolé con el alcohol. Y ella
también. A veces nos consolpabamos juntos. Y nunca supimos hacer el
amor. Claro que ella no sabía de eso. Porque no me hubiera soportado,
entonces.Luego, un tiempo de desconsuelo después, me escapé de mis
sueños y en Barranco conocí a otra chica. A esta chica, cuyo nombre
tampoco importa, pero sí su lunar simpático, le pareció divertido
quererme. Así que se aventuró por descubrir qué hay tras mi sonrisa
ocasional. Se entretuvo demasiado en mi boca. Y un día se dio cuenta que
me quería. Pero también se dio cuenta que no quería un novio. Y yo me
di cuenta que estaba perdido entre mi búsqueda de días sin calendario y
el no dejarme morir por su aurora. Buscándola me hallé a mí mismo. Y
ahora compartimos un tiempo sin canas y libertad y sin mañanas. El sol
doró nuestros cabellos y me hice menos guapo. Y ella me consoló con sus
besos de desacato. Luego me enseñó el secreto de sus espejos. Y yo me
iba haciendo cargo de borrar sus neurosis y su cobardía. Muy pronto ella
se hizo mi gemela. Muy pronto me cerró la boca y juntó mis pedazos. Me
tomó por el alma y me tendió en el piso. Sacudió mis heridas y me lavó
los pies. mientras en mi corazón se hacían las diez de la noche. La Luna
no supo de su desnudez. Yo sí. Y ahora que estoy todo alternado, ella
me sale con que su cariño, que es único, solo es el cariño de un amigo,
no el de una novia. Y yo sé pensar en mí mismo. Sonreí, entonces. Pero,
claro, ya era sábado. Y ella tenía mi nombre grabado en su cuello. Y yo
la tenía en mis alaridos de fe- El caso es que la primera chica, llena
de resurrección, al parecer se dio cuenta de lo bueno que soy, y se
mostró muy celosa de mi nueva compañera. Y así se quedó. Los amigos
eimpre estarán. Pero, y por eso escribí esto, los Albertinos solo pasan
una vez por tu vida. Y si lo dejaste ir, la paciencia es una buena
curación
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