jueves, 5 de febrero de 2015

Armonías

Sé que tus ojos esconden algo nuevo,
algo similar a la iridiscencia de las lágrimas
resistiendo arrebatos de ilusión apagada.
Llego a tu hombro a llorar mi propia muerte
tan encantadora desde que me diste la vida,
cuando la Luna sudaba en una cama estrecha para dos.
Y tú estabas tan llena vidrios y arena.
Y así llenaste mi boca de besos y rosas recién nacidas para ti.
Quise llegar a tus pensamientos y meterme en tus sueños,
pero solo conseguí esta especie de niebla violeta
que se ofrenda en cada beso como sopor silente
en la misma cama que espera que nos acostemos pronto
contemplando desde mi ventana el atardecer o la noche
que se arrastra como una novia del desencanto sobre nosotros.
Puedo orillar de palabras tus muslos y alimentarme de tu alma
perpetuarme en el libro de tu memoria
donde siempre veas mi rostro con la sonrisa marcada
y el moho que consume la imagen que tienes de mí
porque en ese beso de tierna locura
me enterraré entre tu belleza de cielo absoluto
y en el fragmento de la escarcha que regaste por mi pecho.
Te quiero con este oscura melancólica sonrisa de oruga
con estos ojos de recitales y cerveza, con tus ojos
que pintan de azul los edificios más sucios de la ciudad
del mismo modo que calculo a besos
la longitud de tu espalda tibia. Y tú te engríes y sonríes.
Pero yo solo sé acercarme para intentar bañar
de locura intensa toda tu sonrisa de mundo
aunque nunca te haya oído pedirme: "Quédate un poco más
dentro de mí, en mi sangre, quiero decir"
Y eso es lo único que tengo: soy un artesano en tu boca.
Pero quiero poblar el cielo, de seres iridiscentes
que tengan algo de ti, el pequeño lunar, aunque sea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario