Tú no eres una flor. No eres soberbia envejecida, ni hastío del tiempo reluctante. Eres la jovencita de lentes, con miopía y piel clara, de la que me enamoré allá, por los años del egoísmo y del tabaco.
Tú no eres un ángel. Eres tan terrenal, con tus pecados y tus vesanias, pródiga de virtudes, prolija en defectos, con tus insanos comentarios, y la boca hecha de miel, que a veces sabían a amargura del tiempo y de la frustración hechas trajines.
Tú no eres una flor. Las flores se marchitan, tú rejuveneces con el día, y te levantas de tus escombros, de estrambóticas situaciones, eres luchadora; aunque en ti, la luchadora social que conocí, esté dormitando, como el pasado que vamos dejando.
No eres pasado, eres presente. No eres presente, eres ausencia. Y del tiempo, eres los minutos muertos. Y de mi memoria, los preciosos recuerdos. Eres amor eterno, cándida luna que acompaña mi soledad. Y si estoy solo, no es por menosprecio a la sociedad, es para evitar contaminarme de los demás. No eres luchadora social, ni siquiera simulacro de guevarista, ni siquiera burgués teórica; por el contrario, una apacible dama, el común, parte del resto que desea ser feliz, en su virtud, gracias a la manipulación de su inteligencia y en provecho de los demás. Eres una linda sonrisa, que todavía sabe atraparme, que todavía sabe sonrosarme, que todavía sabe ensimismarme, que todavía sabe inspirar líneas. Y tus palabras son tósigo; y ante eso, ya estamos entendiendo, el mecanismo de la maduración: no necesitamos a nadie para ser felices, nos necesitamos a nosotros mismo, porque somos suficientes para ser feliz, el uno, lejos del otro. Pero qué lindo sería coincidir contigo, otra vez...
Tú non eres mujer feliz. No eres una flor. Eres mujer herida, mujer dañada, una flor de pétalos rotos, de inspiración roída, de raíces podadas. Mujer que padeció martirio, esclavitud y vivió presa de mis suicidios.
Y el tiempo se encarga de borrar las estatuas que fueron hechas de arena. Y también de evaporar los océanos de lágrimas. Particularmente, de ayudarte a formular el olvido selectivo. Y entre ellos me voy yo.
Yo no soy un galán. Yo te hice mucho daño. Y no hay tiempo para remediarlo. Ni siquiera nubes que apoquen mis huellas alevosas. Las primaveras han huido de mi boca. Yo no soy guerrillero de tendencia guevaristas, soy otro teórico, un revolucionario de escritorio. En eso sí que nos parecemos, somos tal para cual, en ese sentido estricto de la realidad.
Yo no soy un caballero, no lo fui siempre. Aprendí a respetar a los demás, cuando aprendí a respetarme un poco. Cuando supe qué es eso que llaman autoestima y caminé solo. Y decidí ser feliz, con o sin ti. Y hay tanta gente que quiere ser feliz conmigo. Y yo empecinado, en se feliz para ti. Y la cosas no son así. Soy feliz, y no necesito a nadie de quien dependa mi felicidad. Somos autosuficientes. Recuérdalo, cuando marches sobre la burocracia y te confinen a un escritorio y depuren tus ideales.
Y ahora eres la jovencita de lentes, a la que dejé llorando en Barranco, la que me rompió el corazón para siempre, segundo antes que te marches con él. Eres mi piel, mi musa. Eres los ojos heridos que quiero curar. La luz que quiero enamorar. La épica lucha que quiero terminar. Si te quedas acá, en el pasado que pretendo dejar, espero no tener que añorar en el futuro lo feliz que pudimos haber sido juntos. O las grandes cosas que pudimos construir con un poco más de tino y madurez.
Te vas quedando... Pero sigues y seguirás siendo mi musa, mi reina, mi amor. Y la flor herida que siempre se puede reponer de sus escombros
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