Todo empieza con la inefable pena. Al principio de los tiempos esas manchitas eran heridas que no cicatrizaban, eran cortes rectos que expelían llanto e irradiaban muerte. Con el paso del tiempo, una lánguida capa de desaforados recuerdos, otras tristezas opacas, pero insuficientes, recubre la herida y le da un aspecto de cicatriz queloide. Entonces interviene la sublimación, la ayuda de los amigos, el empeño por sobresalir, la obstinación con la mala sombra, y, por supuesto, la química. Cuando esos sucede, la cicatriz queloide, que en el principio de los tiempos era una herida abierta, se transforma en una llamativa marca nacimiento. Y pasan las eras, pasan los tiempos, con sus respectivos imperios, con sus respectivos infiernos. Y sale el sol, un sol que no sabe evaporar, a pesar de ello, millones de lágrimas. El recuerdo se hace desgracia. Interviene el olvido. Y el olvido viene de todas partes, pues hasta dios se olvida de uno, y principalmente te olvidas tú de mí. Toca ser recíproco, pero no haraganes ni hostiles. Simplemente solidarios en la marcha y marchitos en el tiempo, como dos margaritas que fueron deshojadas. O tenues tormentas que rompen sueños y recortan imágenes absolutas. La nostalgia otra vez. El añorar las cosas que se van dejando y las que personas que nos van dejando. Y todo el llanto vertido en ese proceso de olvido, deja en la piel esas manchitas rojas de las que te hablé, y que he notado mucho en tu espalda, y en tu cuello, y en tu vientre y en tu rostro. Siguen pasando las eras, una revolución del tiempo, el corte y queda de la última escena, ese es el recuerdo más fresco, exactamente tu llanto antes de que te fueras con él. Y ese llanto yo te lo provoqué, no me ufano, pero me gustaría remediarlo. Sonrisas por los siglos, estertores de muerte en las noches, argucias para disimular el desamparo en sociedad. Y tus manchitas rojas, las que yo empiezo a tener, se tiñen de azabache. Y se hacen lunares negros. Y tienes más lunares oscuros que yo. Cada lunar negro es un momento feliz, en el principio de los tiempos, y quiere retratar tu éxito en el proceso del olvido. Sin embargo, también noto que tienes lunares que no son ni rojos ni negros, más bien marrones. Quiere decir que todavía no olvidas algo. Al parecer como tu primer novio no lo hice tan mal. Y eso que tú eres mi primer amor de verdad. Y he de reconocer que ahora tienes más lunares que antes. Tal vez ya vas olvidando todo. Y lo haces muy bien.
Ahora que ya sé el origen de los lunares negros, no quisiera jamás ya que me salga un lunar, porque, demonios, no te quiero olvidar. Pero ya empezaron a salir manchitas rojas en mi piel. Blandiré tu recuerdo hasta el momento en que el tiempo se canse de trascurrir y otra vez sea el principio de todo. Contigo o sin ti. Te amo, aún y aun. Con él o sola. Siempre seré el turista en tu cabeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario