martes, 25 de noviembre de 2014

Se creía Dios

La inocencia es tan delicada como el vidrio.
La combustión del viaje es la explicación de tu crueldad,
de tu mirada tan sórdida de vida
en el atardecer bañada de enemigos invisibles.
Acerca de la muerte no puedo decir nada aterrador,
nos llega todos y a todos se los lleva
pero antes de yo irme, quisiera despedirme de tus ojos dorados.
¿Habrá atrás una nueva vida o un silencio en la cabeza?
Quisiera florecer como el sueño de tus pies en ventura
Pero solo soy un inútil que anda, lastimándose en cada esquina
que se computa universal, pero es solo un abrazo perdido
rastrojos de nación, que ya no tiene edad para el amor
y para quedar loco a penas si le quedan un par de años más.
Quizá al morir en verdad pueda despertar
y esté a tu lado y todo esto que he sentido en tu ausencia
sea solo una terrible pesadilla producto de la risperidona
Quizá al abrir los ojos tu sonrisa que me hace bien
me dé la bienvenida y por fin mi alma tenga algo de valor.

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