Aquí, despacito, incierto delirio,
colmados de ayes y de almas que no son mías.
Posé sobre tus pestañas aladas
mis ojos de claveles y risueños colores,
Puse el alma en cada palabra,
una misma tendencia de autodestrucción que se derrite,
y el peso de tu silencio como tormenta de mundo,
Se cae la noche,
y en ella me hundo, respiro por costumbre
pero la compañía me dice no.
El tiempo se posa en tu inquietud
pero solo tengo rotos los labios
y un kilo de melancolías que colman mis pretensiones.
No soy perfecto. Soy viento y pecho.
Ni siquiera pude asirte en tres tiempos,
y ya no me quedan intentos de resurgir.
Como galope de inocentes ruidos,
te llevo por mis pasadizos.
No quise disgustarte, pero tampoco aspiro llegar a viejo.
Pero estoy feliz de compartir el planeta con tu recuerdo,
aunque eso implique que mi vida sea
un largo efluvio de tristeza y anonimato.
No podrán quererte como yo,
pero así soy: no importa hacia qué dirección mire
tus ojos deciden mi pequeña herida.
Hoy maté a una mujer que conocí.
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