Es como si nuestras almas hubieran sido programadas para encontrarse
desde hace mucho. Y es por eso que mis lágrimas ya no inquietan color.
Es una tarde liviana, enferma de olvido, que se rezaga en tu juego,
mientras mi infelicidad ya no hace barullo dentro de tu historia
bifurcada. Tengo memoria, pero no lo hago bien. En cambio quisiera
pertenecerte, como gemido o ínfima dosis terrorífica. Pero tú no eres de
este mundo. Hace ya buen rato que te marchaste, tan martín, con ojeras
en vez de pies, y un tren sin enfermedades. Para ti solo tengo este "te
voy a esperar un tiempo". Porque mi fantasía es otra oportunidad,
lejana lejana, que yo atesoro en los resquicios de mi teatro. No hay
redivivos, solo esta ficción que yo construyo con tu boca de miel, que
me habita desde la ilusión misma, donde tu sombra me permite beber el
cáncer que consume mis caricias: así te espero, lleno de locuras y
deseos, en este vacío de barro y sangre podrida, lleno de moscas,
paseando mis tripas frente a tu recuerdo y silbado tu canción. Cuando
decidas darme un sí, mi querida feminista, avísame con antelación para
limpiar mis manos y asear mi habitación, porque quizá sea bueno hacerte
el amor no una sola vez, sino todos los días de los que nos reste en
esta unión. Y yo puedo ser tierno si quieres, pero también puedo limpiar
tu tiempo y tallarte un sonrisa cada mañana. Pero, de hecho, me
gustaría mejor aprender a medirte la espalda a besos. Y contar los
segundos antes de que implosiones de súbita y llena de especulaciones,
sobre esta mente que se marchita pensando en tu feminismo y la poesía
peruana del siglo XX. Quisiera asir a través del apetito sexual tu
espíritu libre y hacer de él un maquillaje para mis fantasías o la
prístina génesis para lo que, luego de haber navegado por tu cuerpo de
estrellas, escriba lleno de nostalgias y sin glorias
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