martes, 14 de febrero de 2012

A quien corresponda

A quien corresponda


Número UNO

Sonrío porque a ella le gusta verme sonreír, sospecho que le gusta verme feliz. A mí me gusta verla dormir con las manos cruzadas, como desentendida de las cosas y del caos. Me llaman la atención sus ojos enormes, su cabello castaño y su piel clara. Los lunares que la adornan, la sonrisa que le provoco. Su blusita blanca y el brillo que la precede. Sonrío porque ella me da motivos. Y con ella sentirse solo, cobra otra definición; porque cuando me toca y me eriza la piel, puedo decir que encuentro compañía. Dice que le gustan mis labios, que no le importa que esté reloco, ni que tenga estos cambios de ánimos tan raudos. Cuando me habla, una pátina de la pone más hermosa. Se maquilla con frecuencia, pero esto no quiere decir que sin su capa de maquillaje sea fea, ella es muy bella. Y sonríe siempre como si no conociera la tristeza. En este instante se está alisando el cabello de niña. Su aroma es a niña con perfume de mujer. Se toca las puntas de los cabellos, me está mirando, me sonríe y dice que tengo unos labios preciosos. Creo que le gusto. Anotación mental: ella debe usar lentes de gran medida.

A quien corresponda, también

Número DOS

Me opacan las mañanas sin tu fulgor. Me desviven los ojos sin tu brillo. Me consume la vida sin tu cariño. En un tarde lejana, fuimos felices, en esos tiempos cuando el sol no era más que una lágrima áurea, cuando la vida era un feliz. Y no nos separaba el tedio ni la desidia. Pero esos días calcinados por el tiempo se fueron agotando hora a hora, con su lento vaivén de sueños. Y tú reluces compañía y remontas penas; y simplificas las tristezas con tu forma de ser. No puedo oponerme a tu designios, no puedo arder en mi pira. El tiempo avanza en su insustancial huida de platos rotos y palabras que hieden a dolor. El caos, la miseria, tu avance a la adultez. Mi dolor en las entrañas, los susurros de muerte, el deseo infame de ser para ti. Y los ojos decaídos, los peligros en el trabajo, esos tedios que me provoca el hijo de puta que dice que gobierna el área. Y la distancia oronda que nos separa. Quisiera coger el teléfono y llamarte, pero, seamos ciertos, soy un cobarde; me da miedo tu reacción. Me doy miedo en el patetismo que me sumergiré tras tus palabras de torva condena. Es que mi vida ha sido creada para compartirla con alguien genial como tú. He pasado tanto y ha pasado tanto, pero sigues en mi mente, fresca y tierna, con tu sonrisa. Sé que no existen los catorce de febrero para ti, pero yo no quiero un catorce, quisiera una eternidad para los dos, cargando sonrisas y saboreando alegrías. Nota mi pena, siente mi alegría, vive mi delirio. Quiero quedarme debajo de tu piel, entre tu recuerdo y tu alma. El olvido no puede con mi memoria.

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