martes, 15 de mayo de 2012

Confesión de otoño

- Me olvidé de decirle...
- Diga.
- No se imagina el deseo que 
tengo de hacer el amor con usted. 
Pero  esto no se lo diré nunca a nadie, 
especialmente a usted. 
Tendrían que torturarme para que lo dijera. 
- ¿Decir qué?
- Que quiero hacer el amor con usted. 
Pero no una sola vez 
sino una vez detrás de otra. 
Pero jamás se lo diré a usted. 
Debería estar loco para decirle 
que le haría el amor ahora, 
aquí mismo. El resto de mi vida.


He fracasado en todos los proyectos que me propuse durante tanto tiempo. Pero mágicamente sé que contigo todo será diferente. O en todo caso, las cosas marcharán mejor. Me imagino ahora a tu lado, en sus interminables días, al compás de un sueño hermético que nos junte a los dos, en un vacío irrepetible, con sus respectivos ecos y la pobreza que conlleva la desconexión del mundo. Mi razón primigenia, el despertar cada mañana a tu lado, en un cuarto pobre, que poco a poco irá creciendo con nuestros esfuerzos y los refuerzos que le pongamos a nuestras vidas conectadas. El tiempo traerá los hijos y los triunfos, y llevaremos una vida calmada o arrebatada por los vientos de la nación que juramos defender en unidad y crispada melancolía, muy a nuestros pesares. Hacernos unas blancas canciones que precipiten sonrisas a nuestra habitación desde el cielo cóncavo, flexible y llorón. Volver nuestras almas mudas, lo mismo que nuestros corazones, para que el ruido no aleje nuestras emociones, para llevar el cauce de nuestros ríos a un mismo lago. Y que desde tu vientre crezcan nuestros nombres que abriguen prontamente el sol. Y eliminar el frío de nuestras vidas. Todo ello en la casa pobre en donde aprenderemos a vivir. Y lo que venga, luego, como alimentarnos, criar a nuestros hijos, alejados de la sociedad, esa que nunca nos gustó, esa que nos lastimó, sin saber a dónde ir, creciendo con nuestros hijos, repasando las tareas del hogar y los sueños de eliminar la injusticia. Mi deber es contigo, con tu vientre, en donde tendrá que crecer mi apellido, acogido por tus níveos brazos, mi amorosa mujer. Dentro de poco, nuestros corazones latirán juntos. Yo te respeto, y esperaré candoroso a que vengas con la mañana a abrigar mis locuras. Porque supiste respetar mis locuras, y, pongámoslo así, toleras que tome medicamentos, y a tu lado, no tengo episodios psicóticos, ni tristezas suicidas. Gracias por hacerme dejar de ser tonto, y regalarme una sonrisa musical. Ahora sé que no me harás daño, y por eso, sin vendas ni parches, ni reparos ni remilgos, sin maestros ni torpezas que no retrasen. Vuelvo a sonreír y es por ti. Y antes que el año toque el crepúsculo, el tiempo nos traerá esa casa pobre, esa compañía y esa sumisión al amor que nos agrada.

Eres en todos los casos, imperativo en mi pensamiento, y una súplica en mi corazón. Y siempre, siempre, siempre, duermes conmigo, aunque no estés en mi cama.

No hay comentarios:

Publicar un comentario