Imposible determinar cuánto tiempo ha perecido. Y entonces ella era una señorita, cuyo brotes de ternura, cuyos alardes de locura me encendían. Pero el tiempo no se detiene. Ahora ella, ya grandecita y con un hijo, no recuerda esos días cuando escribía para ella. Yo, como siempre lo he sido, fui sincero desde el principio. La magia de sus ojos me atraparon. Y desde ella, desde que desapareció sin dejar huellas, sin rastros de ternura ni sensibilidad apaciguadora, se sucedieron las nostalgias de su boca, como las nubes en un aguacero. Y los besos que nos dimos, besos investidos de inocencia y candidez, se difuminaron en una eterna pátina de soledad. Sus besos, preciados. Yo suelo verla cuando duermo; y ella suele huir al escuchar mis pasos ingenuos en el pasadizo de sus memorias. Y a veces juntamos las mano. Pero siempre desaparece junto con sus ojos y sus preciados besos. Y es que eres una rosa, y quiero acariciar tu tallo, herirme adrede con tus espinas, cortarme los labios con tu filo.Y eres un fruto rosado, y quisiera comer de tu interior. Acariciar la pulpa virgen, beber tu zumo, saciarme de tu sangre. Mi dedos que servía para tocarte, han sido talados, y de la sangre que manó han florecido madreselvas. Y persistes con la linda manera de hacerte extrañar, con la preciada forma de besar tu aire, respirar de tu aliento. Siempre que sueño, sueño un poco contigo, con tu delicioso rostro, con tus labios cándidos. Imposible determinar cuánto tiempo hemos muerto. Y ahora que tienes esposo e hijo, la figura de rosa, de fruto rosado, no se pierde, porque en ti interior anidan mis besos, los que te obsequié. Nos alejamos como jugando, pero en ese juego hemos perecido. Ya cada uno cuida su forma de sobrevivir lejos del otro, y en cierta medida no hemos reparado en el tiempo que hemos perdido alejándonos como dos tontos desconocidos...
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