domingo, 18 de noviembre de 2012

Querida...

Querida, estabas tan lejos y mi abrazo no pudo ceñirte. No pude ceñirte a mis pensamientos. Ni tu halo de tristeza jamás refrescó mis sensaciones de perfección. Mi narcisismo y mi depresión, nadie pudo entenderme  como tus besos me entendían. Querida, nadie pudo escribir con estrellas mi nombre en este cielo regaliz. Y si yo no puedo creer ni tener fe, al menos estás tú para mantenerme vivo con tu lejana sonrisa y tu simple canción. Querida, yo no puedo sobrevivir sin ti, pero a tu lado siento desfallecer mis fuerzas. Me prodigas y me llenas de ideas suicidas. Que yo sepa, tú estás bien sin mí. Y yo nunca te tuve, pero siempre te deseé, porque entre tantas mujeres, eras como sobresaliente, eras mi pendiente con la realidad, fantasía recostada o de pie. Querida, yo sufro imaginándote en brazos de otro, querida. Y si tienes compasión, permite que mi cuerpo descanse en tu frágil pecho, susurrándole a tu corazón mis verdades. Piensas solamente en ti, porque mi vanidad es claramente ajena a las ansias que tienes por lastimarme. Yo quisiera recorrer tu cuerpo con mi dedo. Y que mis besos sean las huellas de mi paso por tu cuerpo claro. Y que tus alaridos vírgenes suman en un vértigo interminable la sinrazón de tu piel entre mis dientes. Querida, yo no soy nadie. Él lo es todo. Él te tiene y tiene tu mente. Y tus besos y tus caricias y tus palabras y tus recuerdos. Tú tan solo vives en mis nostalgias acomodada entre el barro de mi depresión y el hosco presente que me perturba. Eres tú, lo siento, lo dice mi ego, lo repite mi corazón, lo pregona mi yo. Le llamo según tu voz me invoque, para ti siempre estoy, querida. Para ti siempre tengo esta sonrisa inoportuna, esta cara de idiota, estas venas palpitantes. Para ti, querida, siempre tengo este deseo de vivir debajo de tu piel de bañarme con tu sudor. Pero ciertamente sueño, con esos tus ojos tiernos, porque iluso que soy, yo jamás podré volver a verte, ni acomodarte en mi presente. Querida, no hay nada más lastimoso que saber que tus labios a otro le pertenecen. Y yo sin saber si morir de envidia y suicidarme, huir de esta tragedia de que tal vez leas esto y tu indiferencia sea tan enorme que nos embargue de rencor a los dos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario