Febrero no llegues con tus incompetentes días, ni tus noches de tersa locura, no llegues para mí. No quiero otra vez revivir en el tiempo ese cinco, ese cinco en que mi corazón empezaba a herirse; tampoco quiero ese catorce que me robaron, ni el quince, día mi muerte. No quiero que llegues para mí, Febrero. No quiero tu sol que reconforta mis penas, no quiero tu día bisiesto que alarga mi amargura, no quiero tus días recorriendo el temor que recorre mi vida. Febrero no llegues con tu opulencia, con esas ansias de querer curar con tu día de los enamorados las más disparatadas tristezas, no me vengas con que eres un mes tan corto, que pasas rápido, no atravieses mis privilegios totales ni menoscabes el pacto que mi corazón hizo con el cielo. Febrero no me la alejes más, no me dilapides el corazón con tus horas de incitante suicidio. No me vengas con que los carnavales traen alegrías, ¿qué alegría puedes traerme tú, si todo me lo robaste? Onomásticos, Febrero, onomásticos y desidias, nada más. Luego sueños rotos, atajos hacia la muerte, desencanto fatal y una vida que se repliega, Febrero, nada más pueden traerme tus días. Con fechas marcadas a sangre y lágrimas, no puedo Febrero abrazar tu trascurrir de vicisitudes. No llegues Febrero con tus falsas elocuencias. No llegues para mí Febrero. No me traigas torvos recuerdos, ni acaramelas las huidas ni los instante en que tantas veces el corazón me rompieron. No llegues para mí, Febrero. Te lo ruego. Y si llegas, no vengas solo, tráemela, con su perfume, con su sonrisa y esa última mira confusa cuando vio por última vez de mis manos entregarles una rosas imposibles. Tráemela con su incapacidad para irrumpir en mi pensamiento como una torva lesión que me destruye los días. Devuélveme su presencia, Febrero. Si vienes solo, mejor pasar de largo, no hagas Stop en esta avería que te presento como un trabalenguas de tristezas. Febrero no llegues para mí, no llegues sin ella.
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